Tras las elecciones andaluzas en el PP ha surgido una cierta confusión. Casado no ha ganado en su primer envite, pero, al menos, tiene la oportunidad de disimularlo si consigue desalojar al PSOE de la Junta de Andalucía.

Pero el problema no es ese. El problema es el triunfo de Vox. Porque claro: si el votante de derechas puede votar a Ciudadanos o puede votar a Vox, ¿para qué va a votar al blandito PP?

Vox recoge los principios cristianos y la unidad de España. ¿Qué le queda al PP?

Ciudadanos es derecha pagana que lo mismo te pide un contrato único indefinido, pero también es partidario de legalizar la prostitución. Son girondinos, casi jacobinos (por aquello de la cristofobia), ideológicamente ubicados en el centro de la nada, pero no revolucionarios.

Y encima el aparato popular se resiste a Casado

Vox, por su parte ha copado los principios cristianos del PP (aunque en el derecho a la vida juegan al engaño) y el patriotismo. Entonces, ¿qué sitio le queda a Pablo Casado y al PP?

Y aún existe otro tercer problema: la vejez del PP. El aparato no ha aceptado al joven Casado y sigue preocupado por mantener sus sillones. Ejemplo: Casado ofrece recentralizar la educación. Pues, bien los barones regionales se le echaron encima: no admitían que se les arrebataran esas competencias.

El único camino que le queda al PP es volver a los principios cristianos y al liberalismo económico

Es el problema del PP y de Pablo Casado: se ha quedado sin sitio y corre el riesgo de ser fagocitado por Ciudadanos y por Vox. A lo mejor debería volver a sus principios primeros. A saber: los principios cristianos y los principales del liberalismo económico (ojo, he dicho económico).