• Nadie mejor que el propio 'artista' para entender, si cabe, sus provocaciones y así cuenta que es hijo de una prostituta drogadicta que le abandonó al nacer.
  • En la última provocación, en Pamplona, no sólo abofeta la ética natural, también ha podido cometer un delito contra los sentimientos religiosos.
  • Todo en Azcona responde a un trauma no disimulado desde la infancia, que le da alas para 'torturar' a diestro o siniestro.
  • "El primer paso de la ignorancia es presumir de saber", decía Gracián, a lo que Machado añadió: "Todo lo que se ignora se desprecia".
  • Pero ningún consejo entra en la sesera de los hombres cuando la autoestima está por los suelos.
"El 90% de España sabe que Abel Azcona es un hijo de puta". Con esta vanidosa rotundidad se retrata a sí mismo Abel Azcona, ese hombre, aunque en su perfil de Twitter prefiere definirse como un artista español multidisciplinar. Lo de hijo de puta, conste y en primer término, no es un insulto, como para el común de los mortales, sino una realidad que Azcona edulcora de maneras varias. Y a eso se añade, indefectiblemente, la retórica que emplea para adjudicarse el calificativo de artista de muchas cosas, que incendia, cómo no, las redes sociales. Desde ayer lunes, día en que estalló el escándalo en Pamplona por la profanación de las formas consagradas, la mayoría sensata ha optado por entrecomillar lo de artista. Prima, en cualquier caso, el personaje y lo que dice de sí mismo. Dudo haya leído a Sócrates, lo cual le hubiera ayudado mucho más que cualquiera de sus perfomances (un culto a la vanidad sin ropaje intelectual y con una antropología vacua, insustancial). La última confesión pública está en una entrevista reciente de Josep Lapidario en Jotdown. Paradójicamente, nadie mejor que Abel Azcona para explicarse a sí mismo. Sí, es un hijo de puta, como él mismo cuenta: su madre era una prostituta y una drogadicta, quedó embarazada pero no abortó (parece que lamenta que no fuera así: "no se lo permitieron", dice) y lo abandonó después "en una clínica de Madrid vinculada a la mendicidad, prostitución y familias desestructuradas". El periplo de esa infancia se entremezcla después con "una adopción a los siete años" y lo que él define como "una mezcla de maltratos, abusos sexuales y diferentes problemáticas…". Ese es el complejo escenario en el que Azcona se acerca al arte. "En esos años en que no estuve bien, me vinculé a lo creativo de alguna forma en ese entorno socialmente complejo". ¿Cambio algo después? Desde luego que no: "Las paces con mi pasado no las voy a hacer nunca, pero tampoco lo busco: yo vivo, y ya está". Sorprendente autoestima, por baja, que explica mucho de lo demás. Desde esa postura maximalista se entienden la mayoría de sus manifestaciones artísticas posteriores -a veces, más un compendio del peor psicoanálisis freudiano-, la tendencia casi patológica a exponerse desnudo en público o la exhibición de manual de a dónde lleva el desenfocado calibre de uno mismo y de lo que le rodea. Algunos ejemplos como frases, ahorrándoles el mal gusto, incompatible con el arte con mayúsculas. Pero, ojo, aunque casi todo en este hombre gira en torno a su trauma de infancia y a la prostitución, sabe cómo nadie manejar los tiempos del escándalo y aprovecharlos para promocionarse. Comienzos. "A los dieciséis años, después de un intento de suicidio bastante grave, realicé una acción en la calle que algunas personas valoraron como un brote psiquiátrico, pero una persona lo reconoció como una performance…". La provocación como arte. "Lo importante de 'Dark Room' estuvo en el exterior: polémica, telediarios abriendo las noticias con referencias a la suspensión de la obra… Me llamó mucho la atención que un proceso tan íntimo y privado se convirtiera en un proceso exterior. Me parece en cierta medida revolucionario que alrededor de una gestación íntima e interna se monte todo ese revuelo exterior". Otra perla. "Una de las páginas más bonitas de mi currículum es mi hoja policial. Siendo un artista que busca provocación (…), qué bonito si eso le ocurre a la policía, ¿no? Son un espectador más". El sinsentido en el arte: "Un artista cómodo no me vale, no es contemporáneo, no es nada. Si mi obra no roza límites, ¿para qué hacerla?". O el sinsentido existencial: "A nadie a quien le hagan una terapia le van a curar. Puede conseguir autoconocimiento, puede mejorar en algunos aspectos, pero de ahí a una cura hay mucho". A vuelta con los hijos de puta. "El 90% de España sabe que Abel Azcona es un hijo de puta. Eso puede hacer que otros hijos de puta, otros abandonados, otros que han sufrido abusos se motiven precisamente a través del reconocimiento de lo que son, y se conviertan en una especie de 'Walking Dead' de hijos de puta, un ejército de liberación de tabúes y estigmas". Les ahorro, como decía, el resto. Suena demasiado soez y está lleno de excentricidades. Y el que sucribe no está por la labor de abundar en exceso. Sólo dos comentarios, a modo de apéndide. El primero, lo que decía Baltasar Gracián a propósito de la ignorancia: "El primer paso de la ignorancia es presumir de saber". Y el segundo, lo que completó al respecto, un siglo después, Antonio Machado, presa de la misma inquietud: "Todo lo que se ignora se desprecia". No me resisto a añadir una consideración del poeta francés Max Jacob, amigo del español Pablo Picasso, pintado por el italiano Amadeo Modigliani, admirador de Apollinaire y que murió en el campo de concentración de Drancy en 1944. "La característica de la sublime ignorancia es el asombro. El asombro es el candor, y el candor es el camino de todos los descubrimientos tanto en arte como en ciencia. 'Dejad que los niños se acerquen a mí, porque es a ellos a quienes el Paraíso se asemeja'. Ahora bien, el Paraíso también está en la tierra. El Paraíso es la sabiduría". Es un paso cualitativo respecto a Sócrates, pero si no se entiende al filósofo griego menos aún al artista francés. Otra cosa es el balance de adhesiones y detractores de Abel Azcona en las redes sociales. Hay muchos entre los primeros que, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, han aprovechado ideológicamente el escándalo para desmelenarse con fatuos tuits sobre la libertad de expresión, una excusa como otra cualquiera para cargar contra la Iglesia. Un tuit da pocas posibilidades argumentales para comprender una barbaridad. España es así y eso queda para otro debate. Y la mayoría de los que han protestado, entre los detractores, son, fundamentalmente, indignados con la profanación de lo más sagrado: Cristo y la Sagrada Forma. Y eso deja en un etéreo espacio de debate todo lo demás, como lo que opina Abel Azcona sobre la religión, que no entiende y por eso vilipendia: la pone "al mismo nivel que el cáncer y el sida". Nunca un fulano así mereció menos atención sino fuera porque el ataque que perpetra atenta contra lo más profundo de los sentimientos religiosos de los católicos. Las querellas están en marcha. Rafael Esparza rafael@hispanidad.com