El sanchismo, como toda la izquierda progre, es un obsesa de los impuestos. Esto es, del dinero de los demás. Y la segunda nota distintiva es que no le gustan nada los autónomos, los cuentapropistas. Se les nota su sombra de empresarios a distancia.
Por eso, el ministro José Luis Escrivá pretende que los autónomos paguen cuota “según sus ingresos reales”, una de esas expresiones mentirosas tan amadas por los amantes del progreso. Porque, claro, si usted oye eso de cotizar por “sus ingresos reales”, lo primero que se preguntan es: ¿qué pasa, que ahora mismo defraudan y no cotizan por sus ingresos reales? ¡Malditos canallas!
Y de paso, les vuelve a subir las cotizaciones (el Gobierno Sánchez ya lo hizo en 2020) lo que aportan tanto por cese de actividad como por contingencias comunes.
Pones a un socialista al frente de la economía y lo primero que hace es subirte los impuestos y las tasas (estas porque se notan menos que aquellos).
Para entendernos, naturalmente que el trabajador por cuenta ajena cotiza más que el autónomo o el profesional acogido a régimen especial de autónomos. Ahora bien, tres cuartas partes de las cuotas de los asalariados o que cotizan los asalariados sale de la empresa y sólo una cuarta parte se apunta a su nómina.
Además, y esto es lo importante, el autónomo es, en efecto, el que menos paga a la Seguridad Social pero también es el que menos le pide. El autónomo sabe que no obtendrá subsidios de paro, ni puede ponerse de baja, y que tendrá una jubilación de risa. Y trabaja mucho más que el asalariado. Pero no le importa porque es mas libre.
En una sociedad envejecida, acabar con los autónomos es terminar con la gallina de los huevos de oro
El autónomo es el que arriesga y, con su paralelo, el emprendedor, anima la economía. El autónomo representa la quiebra del tópico más amado por los sociopodemitas: lo público. Es decir, el dinero de los demás.
Y sobre todo, pagar más cuotas no es bueno, sobre todo con un sistema de pensiones público quebrado. Las cuotas siempre son malas: las empresariales, las laborales y las de los autónomos. Nadie debería pagar por trabajar. Por trabajar no se paga: se cobra.
El autónomo es aquel que se crea su propio empleo, el que no mendiga subvenciones ni seguros públicos… porque se saca las castañas del fuego el solito. Y, sobre todo, se arriesga a no tener jubilación o a tener una jubilación de miseria.
Así que, lo mejor es que desaparezcan todas las cuotas, en España son las más altas de toda Europa. Y entonces, ¿cómo pagamos las pensiones? Pues con IVA, no destrozando la gallina de los huevos de oro, que es el autónomo y que, al parecer, es lo que pretende Sánchez. Dicho de otra forma, el Gobierno Sánchez toma como bandera para 2021 con los trabajadores autónomos: que coticen por sus ‘ingresos reales’, esto es, elevarle los impuestos hasta hacer imposible su oficio. No es casualidad que Lorenzo Amor, el líder de los autónomos españoles, sea el personaje más odiado en Moncloa, muy por encima del presidente de la CEOE, Antonio Garamendi.
El autónomo no le gusta a la izquierda progre porque paga menos a cambio de no exigir nada. Y por tanto, no resulta controlable. El subvencionado o el contratista, sea trabajador o empresario, ese sí.
E insisto: en una sociedad envejecida, acabar con los autónomos es terminar con la gallina de los huevos de oro.