Aunque cada entidad tiene su propio baremo, se suele considerar banca personal a aquella que gestiona patrimonios de entre 100.000 y 600.000 euros, y banca privada a la que gestiona patrimonios superiores a esa cifra. En cualquier caso, y esto es importante, se trata de patrimonio líquido, esto es, dinero contante y sonante, sin contar con inversiones inmobiliarias, acciones, etc.
Es el deseo de todos los bancos: tener clientes con un patrimonio líquido elevado. En España, al cierre de 2018, había 6,4 millones de clientes de banca personal, de los que la mayoría, el 65% (4,1 millones), tenía menos de 120.000 euros. El 30% (1,3 millones) tenían entre 120.000 y 300.000 euros, y el 5% (230.000 clientes) tenían entre 300.000 y 600.000 euros de patrimonio.
Más atractiva resulta la banca privada, y más todavía si se trata de gestionar las fortunas más elevadas. Hablamos de 420.000 clientes de banca privada en España al cierre de diciembre de 2018, según un estudio de la firma DBK. De ellos, 67.200 tienen un patrimonio líquido superior a los 2 millones de euros.
En España, al cierre de 2018, había 6,4 millones de clientes de banca personal, de los que la mayoría, el 65% (4,1 millones), tenía menos de 120.000 euros. El 30% (1,3 millones) tenían entre 120.000 y 300.000 euros, y el 5% (230.000 clientes) tenían entre 300.000 y 600.000 euros de patrimonio
Nadie quiere dejar escapar esa oportunidad de negocio y menos aún los grandes bancos de nuestro país. De hecho, las dos principales entidades controlan el 37,2% del mercado y las cinco primeras, el 64,6%, porcentaje que se eleva hasta el 78% si miramos a los diez primeros bancos.
El negocio es importante. El volumen de patrimonio gestionado en banca privada, al cierre de 2018, alcanzó los 464.000 millones de euros, un 3,1% más que un año antes. Y sí, el crecimiento entre 2016 y 2017 fue del 8,4%, pero entonces no había tanta incertidumbre internacional (brexit y guerra comercial EEUU-China, principalmente) ni tanta volatilidad de los mercados financieros.