En su momento surgieron las telenovelas y arrasaron. Fue como hace cosa de 20 años y servidor se hizo la siguiente reflexión: soy periodista, si este fenómeno ha concitado la atención de tanta gente, yo tengo que saber de qué va esto. Así que me metí largas sesiones de teleseries entre pecho y espalda. Tan sólo gracias a mi acendrada profesionalidad conseguí enterarme de qué iba el fenómeno mediático-social… y conseguí sobrevivir. Llegué a la conclusión de que podía resumirse así: todas las historias rosas acaban siendo verdes. Y una segunda: la telenovela no tiene nada que ver con el amor. Pero esa es otra historia.
Ahora he repetido experiencia con las teleseries, es decir, con las series, verdadero fenómeno de nuestro tiempo, el teatro del siglo XXI. Es el arte del siglo XXI como el del cine lo fue del XX, ergo, tengo que trabajarlo. Y me he puesto manos a la obra con un segundo atracón.
Las series sólo distinguen entre personajes vulgares y personajes amanerados. A fin de cuentas, lo políticamente correcto es tan finolis como éticamente reprobable
Reconozco que hay de todo pero, por lo general, las series suelen ser menos frívolas que las telenovelas. También es verdad que muchas no empiezan siendo rosas, sino directamente verdes y que entienden la igualdad como el hecho de que ya no abunden los desnudos femeninos sino también los culos masculinos. Esto, sin duda, representa un avance de lo más progresista.
Pero no es eso lo que caracteriza a las series. Lo que caracteriza a las series de Netflix, HBO, Disney, Apple, Amazon… es que nadie es bueno. Hasta los protagonistas actúan por razones espurias, cuando menos egoístas, cuando más directamente crueles. En tal caso, no es una lucha de buenos y malos sino de tontos y listos.
Bueno, y también de finos y vulgares, porque lo políticamente correcto es tan finolis como éticamente reprobable.
Teleseries: no existe la bondad, si acaso el buenismo, no existe la lealtad, si acaso el servilismo, no existe el amor, sólo el sexo, no existe el bien, si acaso lo eficaz, no existe la maldad, si acaso la locura
No existe la bondad, si acaso el buenismo, no existe la lealtad, si acaso el servilismo, no existe el amor, sólo el sexo, no existe el bien si acaso lo eficaz, no existe la maldad, si acaso la locura. La entrega es contraprestación, la justicia es venganza y el resentimiento, justicia reparadora. La caridad es solidaridad; la solidaridad, igualdad y la igualdad siempre se decreta en detrimento de la libertad.
Y lo trágico no es que en las series no haya ni buenos ni malos sino que no existe el bien y el mal o ambos se confunden.
Lo malo es que las teleseries -o series- constituyen el teatro de hoy. Y el teatro siempre ha sido, a lo largo de toda la historia, la disciplina artística y literaria, el medio más influyente, el más popular… y el más profundo de todos cuando estaba bien hecho.
El problema de todo lo anterior es que el arte es referencia moral o no es nada. Y me temo que las teleseries actuales constituyen una especie de darwinismo moral, donde no cabe la excelencia o se confunde con el espíritu homicida. Y recuerden: ningún homicida tiene en sí la vida eterna
El problema de todo lo anterior es que el arte es referencia moral o no es nada y me temo que las teleseries actuales constituyen una especie de darwinismo moral, donde no cabe la excelencia o la excelencia se confunde con el espíritu homicida, Y recuerden: ningún homicida tiene en sí la vida eterna.