La noticia es para preocupar. Ya se sabe que el CIS de Tezanos no es de fiar pero sí sirve para ponderar tendencias (nuestro dinero nos cuesta), para comparar, en suma, al CIS consigo mismo.

Y lo que publicábamos ayer es que, por primera vez desde que se poseen estadísticas, el número de españoles que se confiesan católicos (no buenos católicos, sólo católicos, que lo primero sólo Dios puede certificarlo) baja del 60%. En concreto, del 61,2 al 59,2%. Venimos de una situación, -anteayer- donde más del 90% de los españoles se confesaban católicos.

Ser católico progre, o sea, rarito, se ha convertido en moda. Mala señal, porque estamos entrando en era martirial

Hay un consuelo; el que llevo diciendo desde hace mucho tiempo para este catolicismo de minorías del que hablaba Benedicto XVI: si la presencia en misa dominical se ha reducido, no ocurre lo mismo con la presencia en la eucaristía diaria, que ha aumentado. Insisto, no juzgo conciencias porque mis fuentes informativas no alcanzan ese punto, pero esto quiere decir algo.

Una encuesta es una pose. Pero una pose siempre significa algo y puede significar mucho. Significa que lo que antes era un orgullo, declararse católico -los progres decían que víctima de la presión social- ahora es un desdoro.

En Occidente todavía estamos en persecución blanca: puedes ser cristiano pero estarás confinado en la censura y en la marginación social

España, Tierra de María, ya ha bajado del listón del 60% entre quienes se confiesan católicos. No es una buena noticia, entre otras cosas porque vivimos tiempos de persecución. Sí, en Occidente, persecución blanca, esto es, condena a la censura y a la marginación social. Sólo se admiten católicos progres, es decir, católicos raritos. Mucho me temo que esta situación se ha convertido en lo políticamente correcto y muchos católicos cobardes se den de baja. No les gusta el martirio: ni el de la exclusión ni el otro, el de martirio de sangre.