El Gobierno socio-podemita es un experto en la manipulación de los conceptos. No de las palabras, sino de los conceptos, que es manipulación más sutil. No es una cuestión de lingüística, sino de semántica. Ejemplo: durante el martes y miércoles estamos viviendo la manipulación del concepto de ‘agenda’. Así, el aparato de propaganda de Moncloa, en especial RTVE y La Sexta (ésta propiedad de Planeta, no de Moncloa), ha expelido la mentira más puñetera, pues corre paralela a la verdad: que la “agenda” del Rey la marca La Moncloa. El telespectador, obviamente, ha entendido lo que se quería que entendiera: que Sánchez le ordena al Rey su actividad diaria.
Ahora bien, que el presidente del Gobierno dé ordenes al Jefe del Estado es como para echar la carcajada. Al único español que no puede ordenar el Jefe de Gobierno es al Jefe del Estado. Puede, y debe, explicarle las prioridades políticas a su superior y aconsejarle, no ordenarle, que no acuda a este acto o que acuda a este otro porque el país necesita plantear una posición política concreta o, sencillamente, firmar un contrato económico beneficioso para el interés general. Ese papel, Juan Carlos I lo bordaba.
Pero lo que no puede ordenarle Sánchez a Felipe de Borbón es que no acuda a una entrega de títulos a una nueva generación de jueces, como hace todos los años. Eso no es más que una humillación gratuita.
Ahora bien, ese gato viejo llamado Carmen Calvo ha asegurado que “se trata de una buena decisión” -la prohibición al Rey- y de que la ha tomado “quién debe tomarla”. Es decir, la ha tomado ella misma, arrogándose un poder que no tiene. Y lo que es peor: el indolente y cobardón jefe de la Casa Real, Jaime Alfonsín (a ver si de una vez le sustituyen por Renovales), mantenga la boca cerrada cuando toca hablar… demuestra que, en efecto, caminamos hacia la III República, de la mano de la víbora de Pablo Iglesias pero, sobre todo y antes que nada, de la mano de un narciso ególatra llamado Pedro Sánchez, ahora enamorado de la idea de pasar a la historia como presidente de la III República.
Y si todo ello, además, porque la chulería no está reñida con la cobardía, tiene por origen el chantaje independentista catalán -que lo tiene- pues entonces es que el hambre se ha unido a las ganas de comer.
¿Quiere ser Sánchez convertirse en presidente de la III República española? Le encantaría. ¿Quiere, además, pasarle la mano por el lomo a los crecidos indepes catalanes? También. No, el ‘suflé’ catalán no ha disminuido el coronavirus ni gracias a la política miedosa del narciso Sánchez. Es más, ha crecido.
La manipulación de Moncloa: el Gobierno manda al Rey. No, el Gobierno manda a todos los españoles… menos al Rey
En circunstancias normales -Juan Calos I lo habría hecho- el Rey debería haber ordenado a Alfonsín que emitiera un comunicado o que hubiera filtrado la posición de la Real Casa. Un comunicado de huevo, que no de fuero. Es decir, un comunicado, o filtración, en la que Zarzuela dejara claro que el Jefe de Estado está presto a escuchar los consejos del jefe del Gobierno sobre la idoneidad de su asistencia a un acto y el lugar en el que se realiza pero que, al final, “como no puede ser de otro modo” (frase favorita del Sánchez, Calvo e Iglesias para justificar cualquier barbaridad) es el Jefe del Estado quien decide dónde va, cómo va y qué dice en cada caso. Los discursos del Rey, por gentileza, se pasan a Moncloa para que el Gobierno haga observaciones previas y el Jefe del Estado debe tener en cuenta esa observaciones. Pero Su Majestad no es un busto parlante que repite lo que pretende el Gobierno. Ni en el discurso de Nochebuena ni en ningún otro. Y esto, en las monarquías y en las repúblicas.
Lo ocurrido con la entrega de despachos a los nuevos jueves (por cierto, qué peligro), en Barcelona, es la prueba de que Felipe VI es, ante todo, un monarca cobarde, que, tras abdicar de su Padre puede que tenga que abdicar de la Corona. ¿O creía que, tras deshonrar a su padre, el dúo Picapiedra le iba a dejar en paz? ha permitido un Gobierno frentepopulista, que nos lleva, por la descristianización de España (de la que el propio Felipe VI es un buen ejemplo) a la España cantonalista, dividida, roja, rota, cristófoba y, como colofón de lo anterior: triste, muy triste.
O en las próximas elecciones -que Moncloa trata de alargar lo más posible- echamos a Pedro Sánchez o el futuro que nos espera es aquel al que siempre nos ha llevado el frentepopulismo republicano a los españoles: al enfrentamiento y/o guerra civil.
Con coronavirus o sin él.
Dan ganas de gritar aquello de “Españoles: la patria está en peligro, acudid a salvarla”.