Lo único que pudiera tener de bueno el coronavirus es que supusiera un renacimiento de la unidad en una España rota por el progresismo dominante y en una Europa en la que cada día son menos los que creen.
Desgraciadamente, no parece el caso. Es más, el virus ha servido para pasar de las dos Españas a una especie de todos contra todos y a un regreso a los nacionalismos en el seno de la UE: ni Europa ayuda ni España se ayuda.
En España, además, el inefable Pablo Iglesias aprovecha para saltar del socialismo al comunismo. El leninismo nunca alcanza el poder sino es a través del reparto de la miseria, de una pobreza creciente que el propio Podemos está empeñado en abonar, aprovechando la pandemia. El poder bolivariano sólo se asienta- la gente no es tonta y prefiere el reparto de la riqueza y no el de la miseria- según círculos viciosos como el descrito en el gráfico adjunto que corre por las redes sociales. Pero no es el único círculo, que conste.
Las comunidades autónomas dificultan el traspaso de personal sanitario y enfermos para aliviar las UCI
Y así, el gobierno de Pedro Sánchez reclama unidad a todos pero sin cambiar un ápice su sectarismo ideológico. Por ejemplo, en ideología de género, donde el propio Sánchez sigue exigiendo unidad pero bajo el mantra lingüístico de “los ciudadanos y las ciudadanas”, trabajadores y trabajadoras, empresarios y empresarias… gilipollas y ‘gilipollos’.
O peor: lanzando cánticos a la vida de nuestros mayores… mientras mantiene la amenaza de la ley de eutanasia, como les ha recordado el obispo Ignacio Munilla.
Moncloa solicita la unidad de todos los españoles dividiendo a los españoles según género cuando no tildando al discrepante como un peligro para la democracia y afirmando (ministra podemita Yolanda Díaz) que no aceptará amenaza alguna… cuando lo cierto es que quien amenaza a los ciudadanos es el propio Gobierno.
Ayer, un diario ,en las manipuladas rueda de prensa monclovita, se lo ponía en bandeja al chulesco ministro de Fomento José Luis Ábalos, cuando le preguntaba cómo era posible que el PP fuera el único partido europeo (falso) que no apoyaba al Gobierno en la lucha contra el coronavirus. Este es el ambiente.
Moncloa ha promulgado el “prohibido discrepar” de los podemitas y seguirá alabando al pueblo… sólo mientras este se compromete de forma obediente, sumisa y hasta servil, a las cambiantes órdenes del Ejecutivo. De otra forma…
En la Unión Europea, cada país se enfrenta sólo al coronavirus y surge la pregunta: ¿Para qué sirve Europa?
Otrosí: más desunión en España: las comunidades autónomas están dificultando el traspaso de personal sanitario y enfermos para aliviar las UCI de las zonas más sobrecargadas. Por ejemplo, Madrid. Tienen sus razones porque el Gobierno Sánchez ha fracasado en lo único que se le pedía: que dotar de los medios necesarios a los sanitarios y a las familias y empresas españoles para hacer frente a la epidemia. No se le pide que cure: se le pide que proporcione, quien sabe curar, los medios necesarios para curar. Y no ha sido capaz de hacerlo, porque Pedro Sánchez es un desastre con patas, y así lo perciben los españoles, que, encima, tiene dentro a una termita llamada Pablo Iglesias.
Por no hablar de la barbaridad -es lo único que se les ocurre a los ministros- de dejar en casa, parados, a más de siete millones de trabajadores-. Como si la economía fuera un juego de quita y pon que hoy se hiberna y mañana se descongela, sin más ni más.
En el entretanto, en la Unión Europea, cada país se enfrenta sólo al coronavirus y surge la pregunta en todo el continente: entonces, ¿para qué sirve Europa? Una pregunta que -esa sí- puede llevar a la vuelta atrás en todo un proceso de unión europea con 70 años de historia. Una pena.
Entre otras cosas. El coronavirus ha servido para revivir la Guerra de los 30 años, entre el sur europeo católico y la Centroeuropa protestante. Se trata de dos filosofías, dos religiones, dos cosmovisiones, que abordan de manera bien distinta la pandemia. El utilitarismo luterano y calvinista lleva a dejar a los ancianos en la estacada. Total, les queda poco tiempo de vida. Por contra, el sur católico (ni Pablo Iglesias ha logrado romper esa tendencia) considera que toda vida es sagrada, también la vida de los ancianos, que no están al final de la misma sino al principio de la vida eterna. En la Holanda luterana tiene un buen ejemplo sobre cómo aborda el protestantismo el coronavirus.
Pero revivir la Guerra de los 30 Años no ayuda a la unidad europea ni a la lucha contra el Covid-19.