FCC e IFM ya tienen el visto bueno de la Comisión Europea para la adquisición del 49% Aqualia, la filial de agua, por el fondo australiano porque no supone riesgos para la competencia, según un comunicado publicado este miércoles. Nada nuevo, por esperable, para una venta anunciada en junio y que aportará 1.024 millones de euros a las arcas del grupo que controla el mediano Carlos Slim.
De esa operación depende dar un buen mordisco a la deuda del grupo, actualmente de 3.780 millones de euros, en palabras del propio Slim, en el último Día del Inversor (31 de julio) y avanzar hacia el pago de dividendo. La idea, explicó, es reducir el pasivo a menos de cuatro veces el Ebitda, como le plantearon los bancos. En cuatro años, ha pasado de 8.250 a 4.000 millones.
La prioridad de Slim sigue en recortar el endeudamiento y el pasivo
El magnate situó la operación con IFM como un refuerzo de Aqualia, la joya de la corona del grupo, pero el ambiente dentro muestra todo lo contrario. Hay recelo entre los directivos y la plantilla, no sólo por la venta del 49% -que hace presagiar que no será la única-, sino por todo lo que ha ocurrido previamente en la filial, siempre para adelgazar la deuda corporativa, como servir de garantía a la emisión de bonos de 1.320 millones.
A ese malestar se unen también las preferencias mostradas por Slim con el negocio inmobiliario (Realia) o el cemento (Portland), mientras FCC Construcción sigue lastrando las cuentas del grupo -la cartera de construcción se ha derrumbado desde la entrada de Slim- y las otras dos grandes divisiones, Aqualia y FCC Medio Ambiente aportan el 80% del Ebitda.
De poco sirve reducir gastos y deuda, sino aumentan los ingresos. Por eso hay más que un rumor de que todo en FCC está en venta menos Realia.