Los secesionistas catalanes han ‘conseguido’ que la Asociación Mundial de Juristas otorgue el llamado “Nobel jurídico” a SM el Rey de España, Felipe VI. La verdad es que el discurso regio de recogida del galardón, celebrado el pasado miércoles 20 en Madrid, resultó tan sólido como mendaz. Y es que con Felipe VI la monarquía española ha dejado de ser católica para convertirse en relativista.
A la postre, el eje nuclear del discurso regio fue que no hay libertad sin leyes. Eso es cierto, en el sentido de que la libertad se conoce por sus límites, que suelen coincidir tanto con la libertad ajena como con la naturaleza humana.
El sustento de la democracia no es la ley, sino la libertad. Porque las leyes se cambian
Pero, a partir de ahí, sin referencia a una ley superior, a la ley natural, el ordenamiento positivo al que se aferra el actual Rey de España no da para mucho. Porque, de acuerdo, Majestad, “no hay libertad sin ley”. Pero, ¿qué ocurre cuando la ley es injusta?
Y así llegamos al meollo de la cuestión: el sustento de la democracia no es la ley, como asegura el jefe del Estado, sino la libertad. Porque las leyes se cambian, mientras la libertad y la democracia deben permanecer.
Cuando se incumple la ley no se quiebran “los principios morales”: eso sólo ocurre cuando se incumple la ley natural
Pero lo más importante es que, en contra de lo que afirmara el Rey de España, cuando se incumple la ley no se quiebran “los principios morales”: eso sólo ocurre cuando se incumple la ley natural, esa que usted no reconoce porque ha abandonado la cosmovisión cristiana del mundo que acompañó a sus predecesores. Que no eran santos, precisamente, pero que tenían más claros sus principios vitales –cristianos-, que su práctica personal.
Naturalmente, al fondo del acto celebrado el miércoles 20 en Madrid latía el pesadísimo problema del independentismo catalán, y así lo dejó ver Felipe González en la misma reunión. Y así, tanto Mariano Rajoy como Felipe González, como el propio Rey de España incurren en el mismo error a la hora de luchar contra el insufrible, e injusto, separatismo catalán: si la unidad de España sólo depende de la ley y no de los principios cristianos que han forjado este país, entonces los separatistas tienen todo el derecho a separarse: basta con cambiar la ley, lo que ellos llaman “hacer política”.
El problema de Felipe VI no es que haya dejado de ser demócrata, el problema es que ha dejado de ser católico. No hablo su conciencia, hablo de su ejercicio como Rey de España.