- A sus 91 años, el presidente de honor da un golpe en la mesa para poner paz entre las tres ramas de la empresa familiar.
- Valora el 51% del grupo en 230 millones, algo inferior a la oferta de la alemana Henkell (255 millones).
- Quitará a su hijo Pedro el puesto de Ceo para profesionalizar la gestión, como piden los bancos.
- Tras la salida de los accionistas que vendan necesitarán la entrada de socios externos, eso sí, en posición minoritaria.
- El día 31, en la junta ordinaria de accionistas, se planteará la vuelta del dividendo para mejorar las relaciones familiares.
Parece que pronto
las aguas volverán a su cauce en
Freixenet, tras vivir en este 2016 la pérdida de dos de sus tres principales accionistas (Pilar y Carmen Ferrer Sala) y muchos meses de disputa entre los accionistas. A sus 91 años recién cumplidos,
José Ferrer Sala (
en la imagen), el único miembro vivo de la segunda generación de la familia fundadora,
no quiere perder el poder: por eso
está dispuesto a comprar el 51% del capital y a
ceder la gestión del grupo.
Con esta maniobra, el presidente de honor de Freixenet ha dado un golpe en la mesa para poner paz entre las
tres ramas del grupo familiar (Hevia Ferrer, Bonet Ferrer y Ferrer Noguer), que hoy dirige la tercera generación. Los fundadores, Pedro Ferrer y Dolores Sala, tuvieron cuatro hijos: Juan (fallecido en la Guerra Civil), Carmen, Pilar y José, los tres últimos a su vez también tuvieron cuatro descendientes.
Carmen, casada con Enrique Hevia (
Enrique Hevia, vicepresidente y responsable financiero del grupo; Agustina, Montserrat y María Carmen);
Pilar, casada con José Luis Bonet Ruiz (
José Luis Bonet, presidente de Freixenet; Pilar, Pedro y Eudald) y José, casado con Gloria Noguer (
Pedro Ferrer, Ceo del grupo; José María, Dolores y Mercedes).
Las tensiones entre las tres ramas familiares se deben a cuestiones económicas. La
crisis ha reducido el
beneficio del grupo: hace una década era de 30 millones de euros y en su último ejercicio (cerrado el 31 de marzo) de algo más de 4 millones,
cifra algo mejor que la del año anterior (2,2 millones) por la cual no hubo reparto de dividendo. Además, ha aumentado la
deuda: la bancaria supera los 300 millones (137 millones a largo plazo y 188 en financiación corriente) y la de otros acreedores asciende a 167 millones.
Ante este panorama la rama
Hevia Ferrer se planteó vender su 29% del capital a la alemana
Henkell. Mientras, la rama
Ferrer Noguer se negó en rotundo a perder su 42%. Por su parte, entre los Bonet Ferrer (dueños de otro 29%) hubo división:
José Luis y Pilar optaron por el 'no', Pedro y Eudald, por el 'sí'.
Ahora, el único miembro vivo de la segunda generación, José Ferrer Sala, ha lanzado una oferta por 51% de Freixenet, que ha valorado en 230 millones, tan sólo 25 millones inferior a la que hizo Henkell (255 millones). Un
movimiento estratégico para no perder su 42%, donde ha tenido que negociar con entidades financieras (entre ellas, el
Banco Santander) con el fin de conseguir financiación para afrontar la compra.
Claro que estos créditos tienen un precio. José Ferrer tendrá que quitar a su hijo Pedro el puesto de
Ceo, que será sustituido por un externo para profesionalizar la gestión, como piden los bancos. Tras las salida de los accionistas que quieran vender,
Freixenet necesitará la
entrada de socios externos (entre los que podría estar Henkell), eso sí,
en posición minoritaria (alrededor del 20% del capital).
El próximo día 31, el grupo celebra la
junta ordinaria de accionistas, centrada en la oferta de José Ferrer, que se ha comprometido a realizar ese mismo día el primer pago a cuenta a los accionistas que se inclinen por vender. Asimismo,
se planteará volver a repartir dividendo para mejorar las relaciones familiares. Y la vuelta de la buena sintonía será clave en los próximos meses:
Freixenet tendrá que afrontar la campaña de Navidad, la negociación con la banca y la negociación del convenio colectivo de sus 2.000 trabajadores.
Cristina Martín
cristina@hispanidad.com