Liberbank se está convirtiendo en un problema para el Banco de España. Un problema que corre el riesgo de enquistarse si no se soluciona pronto. Los últimos resultados pusieron negro sobre blanco: La entidad que dirige Manuel Menéndez tiene serias dificultades para generar beneficios recurrentes, algo que la situación de tipos bajos puede perpetuar en el tiempo. Y todo parece indicar que Christine Lagarde no va a modificar ni un ápice la política monetaria de Draghi, al menos en el corto plazo.
Así las cosas, en el palacio de Cibeles le están buscando novio a Liberbank, una tarea nada sencilla. Para empezar, porque el propio Menéndez no quiere emparejarse con nadie que no acepte sus condiciones. Ocurrió con Unicaja, que cedió en la operación de canje hasta el 60-40 (su posición inicial era 70-30), pero ahí se plantó, e hizo bien. Menéndez quería más.
“Estamos abiertos a cualquier proceso de consolidación que pueda generar valor para nuestros accionistas”, afirmó el CEO de Liberbank, el pasado 1 de agosto. Menéndez ha puesto el listón de sus exigencias demasiado alto y ninguna entidad está dispuesta a asumirlo. Y lo peor es que la situación empeora según pasan los meses y el mayor perjudicado, por no decir el único, es el propio Liberbank.
Ni siquiera está interesado el dueño de Abanca, Juan Carlos Escotet, que, tras el ridículo de la media OPA, no ha dado señales de vida.