En la mañana del miércoles 21, la primera ministra británica, Theresa May, en el Parlamento de Westminster, ha vuelto a mojarle la oreja a España. En plena recta final del Brexit, May asegura que el acuerdo debe contar con Gibraltar, aprovechando la necedad del Gobierno español, tanto con el PP como con el PSOE, pero aún más con este segundo.
Hace un mes el ex ministro de exteriores de Rajoy, García Margallo acusaba en el Congreso a José Borrell de no aprovechar el Brexit para negociar la cesión de soberanía –la clave de todo–. Borrell dijo que Alfonso Dastis, el sucesor de García Margallo con el PP, también cedió en la cuestión de la soberanía. Y es cierto.
Ahora bien, si Borrell había cedido ante los británicos, y RTVE, la voz de su amo, nos había hartado con los 9.000 trabajadores españoles del Peñón (¿En qué trabajan en ese paraíso fiscal y paraíso para algunos delincuentes?), ahora resulta que es todo lo contrario: España se enchula y asegura que no firmará el acuerdo con el Brexit.
En cualquier caso, España posee derecho de veto. Sin su aquiescencia, no habrá acuerdo sobre el Brexit
En la mañana del miércoles, José Ramón García Hernández, del PP, volvía a recordarle que si se pierde el objetivo de la soberanía no hay nada que hacer.
Ahora, Sánchez rectifica, porque más que un Gobierno Frankenstein, este es un Gobierno caos y asegura que no firmará el Brexit (es verdad que posee derecho de veto) si no queda claro que son Madrid y Londres quienes deben negociar sobre el peñón.
Pero la cuestión no es esa: la cuestión es la soberanía. Y es lo que había que haber discutido, justo ahora.