En el Olimpo no se llora. Decíamos ayer que José Ignacio Goirigolzarri se había quedado solo en la nueva Caixabank, producto de la fusión entre la entidad madrileña y la catalana, ambas con sede en Valencia.
Pues bien, aunque se pactó que Goiri sería un presidente ejecutivo, dentro de la llamada teoría Herrhausen, lo cierto es que la salida -disfrazada como dimisión en bloque- de su equipo de confianza, José Sevilla, Miguel Crespo, Antonio Ortega y Amalia Blanco le llevarán a presidir un consejo donde abundan los hombres de Caixabank y donde, a estas alturas, en la recta final, desconocemos cuáles serán sus potestades.
Al final, no consiguió salvar a su guardia pretoriana y su salida se disfrazó como dimisión en bloque
No olvidemos que la doctrina Herrhausen, es lo más parecido a editor y diario en un periódico: el editor sólo tiene un poder: echar al director. Ahora bien, como resulta que eso no es posible cuando el editor procede de una entidad que vale 1 y el director de otra que vale 2,5, en la negociación el vasco se reservó, con el apoyo del Gobierno, los puestos Herrhausen: el ‘controller’, el abogado y la comunicación. Y, naturalmente, la representación institucional.
Pues bien, lo cierto es que Goirigolzarri enfila ahora el final de su carrera como banquero porque no retendrá ninguno de esos tres poderes. Se ha ido Ortega, se ha ido Crespo, se ha ido Blanco… y además a José Sevilla no se le ha otorgado el puesto de relevancia que se le había prometido.
Ojo, ni al propio Sevilla le gustaba la oferta de llevar la red comercial, entre otras cosas porque Caixabank tenía claro que debía ser Juan Antonio Alcaraz. Y esto tiene también su enjundia, porque coinciden el mejor director de banca comercial que existe hoy en España… y el rey de la banca comercial, que era el propio Goirigolzarri.
En cualquier caso, Goiri afronta, como presidente del primer banco en España, que no de España, la recta final de su carrera, con el horizonte puesto en Bilbao. Se jubilará como presidente tras haber hecho toda su carrera en BB, BBV y BBVA… hasta que se topó con un Francisco González, una de cuyas máximas era no retener a su lado a nadie que pudiera hacerle sombra.
Pero este no era el plan de Goirigolzarri en septiembre de 2020, cuando se anuncia la fusión Bankia-Caixabank. Y según lo que se explicó en rueda de prensa, no era lo pactado.
Calviño tampoco ha apoyado a Goiri: la vice ya sólo espera que la minusvalía latente del Estado no se haga explícita por lo menos hasta 2023
A todo esto, ¿quién sale más beneficiado con el matrimonio? Los dos, porque la Caixa será más rentable pero Bankia, gracia a la inyección pública de capital de Estado, era más solvente. Otra cosa es que salga más beneficiada la plantilla. Eso, ni de broma.
¿Y el Estado? El Estado no soluciona su problema, desde luego, pero es que su problema no tenía solución. La pregunta en el sector es por qué el Ministerio de Economía, doña Nadia, ha abandonado al equipo Goiri en las negociaciones. La respuesta es que el Gobierno era quien más deseaba la fusión. No es que con ello vaya a recuperar el dinero empleado en el salvamento de Bankia (23.000 millones de euros), eso ni lo sueña. Simplemente con ese esconde el problema hasta 2023. Para entonces, todos calvos. Pero ojo, eso no es bueno para la futura Caixabank. Al mercado no le gusta que tengas en tus tripas al sector público.
En cualquier caso, Goiri ya mira a Bilbao. La verdad es que nunca ha dejado de mirar hacia el norte.