Pedro Almodóvar, un hombre humilde, exhibió la nota característica del cine español: aprovechó la gala de los Goya, la fiesta del cine, para negarle “la existencia” al partido Vox. El nuevo dios Pedro (no Sánchez, sino Almodóvar) reparte el ser entre quienes lo merecen, según su superior criterio, y resulta que Santiago Abascal no tiene derecho a existir. Así que, con exquisita confusión entre los deseos y la realidad… Vox no existe. Almodóvar dixit.
Las palabras de Almodóvar evidencian la modestia que caracteriza al sector del cine español. Y así, la gala de los Goya fue lo que siempre ha sido: más que una feria, una hoguera de las vanidades donde se consumen el sentido común incluso antes de tomar cuerpo: una mezcla de excentricidad y vulgaridad, con Buenafuente en calzoncillos, bajo la atenta mirada de quienes, en ese ambiente, se atreven a ir contra corriente y señalar que el emperador va desnudo (nunca mejor dicho). O sea: nadie.
El dios Pedro (Almodóvar, no Sánchez) le niega “la existencia” a Vox
Las actrices montaron su numerito feminista, que consiste en exhibir su cuerpo mientras exigen respeto para la mujer. Los actores imparten lecciones de moralidad al mundo, como corresponde a tan severos teólogos.
Y luego están los galardonados. Javier Fesser relanzó a los disminuidos (ahora llamados diversos) y convirtió en una estrella –muy rentable para Fesser– la persona de Jesús Vidal. Y eso está muy bien, sólo que ha encumbrado a Vidal con el mismo entusiasmo con el que se ensañó con la memoria de la niña Alexia, enferma de cáncer, un ser aún más sufriente… pero que cometió el error, el imperdonable horror, de ser católica. Y eso, don Javier no podía permitirlo. Al parecer, todo es sinceridad y grandeza en Vidal –una buena historia que contar, la suya– pero todo era artificio y fingimiento en la cristiana Alexia, ya muerta cuando se rodó aquella infamia, y en su familia viva, que tuvo que soportar la injuria de Fesser.
Ahora, Fesser relanza a Vidal es decir, ensalza la debilidad como antaño se ensañó con la debilidad de Alexia: todo es bueno para triunfar en un mundo como el del cine, siempre políticamente correcto.
La otra gran triunfadora, El reino, apunta contra la corrupción… del PP
Por cierto, Vidal dijo algo grande: que él hubiera tenido un hijo como él. No está nada mal para un público que, en su inmensa mayoría, apoya el aborto eugenésico.
La otra gran ganadora fue El reino, una parodia del Caso Bárcenas, que no trata de denunciar la corrupción, lo que estaría muy bien, sino, mirando hacia otro lado, trata de poner en solfa la corrupción del Partido Popular, en soberana exclusiva. Lo cual supone otro tipo de corrupción muy habitual: la corrupción de mentir a costa de tomar la parte por el todo y de separar a la clase política entre buenos y malos: un verdadero desatino.
En definitiva, la gala de los Goya volvió a ser lo de siempre: una hoguera de las vanidades donde se abrasaron la autenticidad y el sentido común, a partes iguales. Pero, eso sí, donde se nos impartió moralidad de la buena, de la ‘modelna’, a todos y a todas.