El Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) ha confirmado la salida con éxito de Grecia del tercer rescate y a partir de ahora deberá financiarse por sí misma. Han sido casi nueve años de asistencia mediante créditos (por valor de 288.700 millones), cedidos a cambio de cumplir contundentes medidas de austeridad, que estarán en vigor cuatro años más, hasta 2022. Durante ese plazo, el país seguirá recibiendo visitas de la troika (Comisión Europea, BCE y FMI) cada tres meses.
Se cumplen así los últimos pasos de una tramitación que ha durado casi una década para sacar al país de una crisis histórica que salpicó directamente al euro, aunque no han curado el problema de fondo de la economía helena: un gigantesco endeudamiento. El FMI, de hecho, considera que será necesaria una quita de la deuda y no bastará con las medidas de alivio (más plazo para devolver los préstamos) aprobadas en junio por los países europeos, cuando se entregó al país el último tramo del rescate, de 15.000 millones, con un colchón en las arcas públicas de 24.000 millones. El interés que paga el bono griego a 10 años supera el 4%, lo que complica las cosas.
El PIB, que caída a plomo en 2010 (-5%), remontó un 1,5% en 2017, año con el primer superávit público, del 0,8%
En paralelo, el Banco Central Europeo (BCE) no aplicará desde mañana, martes, 21, como aprobó en junio, la exención que permitía usar el bono griego como garantía en las operaciones de refinanciación. Se cierra así un grifo del dinero barato al que accedían hasta ahora los bancos helenos para financiarse en los mercados.
El primer programa de asistencia fue en 2010 y desde entonces el PIB griego se ha desgastado un 25%, mientras la deuda ha crecido un 127%, hasta el 127% del PIB. Ahora bien, Grecia superó la recesión (el PIB caída un 5% hace ocho años), en primer término, hasta crecer, en 2017, un 1,4%. En paralelo, en ese periodo ha pasado de un déficit público del 5,5% a un superávit del 0,8%.
Los bancos helenos ya no podrán utilizar bonos como garantía para financiarse en los mercados
El efecto de esa realidad se ha medido con la caída a la mitad del poder adquisitivo de los griegos, un pérdida del 40% en los ingresos de los pensionistas -tras sucesivos tijeretazos, que no han terminado- y una tasa de paro todavía elevada, en el 19,5% (aunque llegó al 28%), lo que ha obligado a salir del país a medio millón de ellos.
Ese es el paísaje económico con el que Syriza tiene que gobernar para dobleguar la realidad. Alexis Tsipras (en la imagen) ganó las últimas elecciones, en 2015, con un programa de izquierda extrema que no ha podido aplicar hasta ahora.