La decisión del BCE no ha pillado a los bancos por sorpresa porque el supervisor ya había filtrado la noticia al Financial Times, algo que no deja de llamar la atención, no tanto por la filtración en sí como por el hecho de que haya sido al FT. Así las cosas, las principales entidades españolas cerraron la sesión bursátil de este martes con subidas significativas antes de recibir la comunicación oficial de Fráncfort, que no ha llegado hasta pasadas las 20:00 horas.
El resumen, se trata de un hachazo a la banca, pero que es menos hachazo por no ser una sorpresa y, sobre todo, porque deja la ventana abierta para que los bancos puedan repartir dividendos a partir de septiembre de 2021.
Hasta entonces, las entidades deberán mantener el dividendo por debajo del 15% del beneficio acumulado de 2019 y 2020 y no sobrepasar los 20 puntos básicos de la ratio de capital de nivel 1 ordinario (CET 1), si este importe es menor.
Es poca apertura, sobre todo si tenemos en cuenta los malos resultados que el sector prevé cosechar este año, debido a la pandemia. Aunque lo cierto es que la restricción le puede venir muy bien a más de uno.
En cualquier caso, en la nota difundida este martes a última hora de la tarde, el BCE recuerda que los bancos que se propongan repartir dividendo o recomprar acciones -otra manera de retribuir a los accionistas- “deben ser rentables y tener trayectorias de capital sólidas”.
En cualquier caso, y como ocurre siempre en estos casos, el BCE estudiará caso a caso, no para que nadie se quede atrás, como diría Pedro Sánchez, sino para que ningún banco se desmadre y cometa una imprudencia. El temor, eso sí, es que la decisión de Fráncfort precipite una huida generalizada de los fondos que podría castigar aún más la cotización de las entidades. Una huida que, por otra parte, podría ser muy positiva en el largo plazo.
En definitiva, la decisión del BCE es positiva, pero no soluciona el problema del sector, que no es otro que la falta de rentabilidad. Y eso sólo se soluciona subiendo los tipos de interés, algo que en Fráncfort no se plantean, ni siquiera en el medio plazo.