Ya no hay informativo ni programa de radio que no empiece con la lista de contagiados, siempre creciente. Una cifra que ha dejado de tener valor alguno, dado el ensañamiento terapéutico, del ingente número de test realizados, con el consiguiente aumento de falsos positivos, con dictámenes cada vez más caducos, que exigen nuevos test… test de cuya fiabilidad se duda de continuo.
Lo único claro es que alguien está haciendo negocio con el material sanitario. Que sean los chinos, origen del virus, los más agraciados por ese negocio, para el que llevan años preparándose… puede ser, en efecto, una mera coincidencia. Puede.
Se trata de aislarnos para deshumanizarnos. Así que lo primero, perder el miedo para poder pensar. Además, la miseria mata a más gente que el virus
Y ya saben, cualquiera que se atreva, no ya a poner en solfa esa maquinaria, sino simplemente a pedir aclaraciones sobre tan maliciosas estadísticas, es un negacionista que no sólo debe ser silenciado, sino también perseguido y neutralizado.
Los mimbres para construir una tiranía siempre empiezan por reducir al silencio al discrepante siempre empiezan por la libertad de expresión. Una vez que se ha conseguido inocular el miedo, todo viene rodado.
En cualquier caso, la histeria, la neurosis provocada por el pánico generalizado, ya es global… mientras seguimos sin saber nada del virus. Lo que se dice nada.
La OMS trata de cortar cualquier esperanza de tratamiento efectivo, mientras la carrera por la vacuna se ha convertido en una competición de negocio
Y esto no deja de resultar curioso. Lo único que sabemos del virus es que nació en China, que no tenemos remedio contra él y que alguien lo está provechando para provocar la desesperación… universal. Y yo diría que lo está logrando
Lo más grave de todo es que se nos habla de contagios pero no de terapias. No hablo de vacunas, hablo de terapias. Se olvida que al virus no hay que evitarlo, porque es imposible -no sabemos ni cómo se contagia el virus pero sí que es ultracontagioso-, al virus hay que eliminarlo y para siempre. Así, llama la atención el muy científico estudio de ese organismo perverso, que es la Organización Mundial de la Salud (OMS), asegurando que los cuatro medicamentos -terapias- que los médicos han improvisado en los cinco continentes para curar a los infectados resultan poco menso que inútiles. Curioso estudio -científico, por supuesto- porque muchos doctores, de esos que ven algo más que papeles en la sede de la OMS, que ven enfermos, administran estos tratamientos y consideran que sí han tenido éxito desde marzo hasta aquí. Dan palos de ciego, ciertamente, pero al menos curan a algunos y evitan la muerte. El inefable Tedros Adhanom lo único que sabe es decirnos que debemos perder toda esperanza y que sólo evitaremos la muerte, que no el dolor, si nos encerramos en una burbuja. Un hombre en una burbuja tiene esa ventaja: resulta extraordinariamente maleable.
Nada volverá a ser como antes, ciertamente, pero para una reconquista del ser humano o para una tiranía mundial
Y mientas Adhanom trata de cortar cualquier esperanza de tratamiento efectivo, la carrera por la vacuna se ha convertido en una competición de negocio farmacéutico, lo que no presagia nada bueno.
Naturalmente, España aporta poco o muy poco a la terapia y cuando surge una empresa española que muestra algún avance -por ejemplo, Pharmamar- el Gobierno Sánchez guarda silencio y no le apoya: lo de Moncloa consiste en apoyar la estafa china, que es lo progresista.
Nada volverá a ser como antes del Covid, eso es verdad. Pero ojo, el cambio puede ser, o bien para una reconquista del ser humano, que consiste en acercarse a Cristo, en recristianizar la sociedad del siglo XXI, o para una tiranía mundial. O para esto primero y para aquello después.
¿El Covid puede ser el Aviso del que hablan los místicos? No lo sé, pero tiene toda la pinta
Lo que está claro es que, una vez inoculado el miedo, todo viene rodado, cualquier barbaridad es posible y cualquier salvajada se disfraza de terapia ineludible. Sobre todo, la terapia de deshumanizarnos a costa de aislarnos. Así que lo primero, perder el miedo para poder pensar. Entre otras cosa, porque de algo hay que morir y porque la miseria mata a más gente que el virus.
Por cierto, ¿el Covid puede ser el Aviso del que hablan los místicos? No lo sé, pero tiene toda la pinta. Desde las apariciones marianas en Garabandal (1961), la sucesión de aviso-milagro-castigo es una ecuación ineludible que ha dado mucho que hablar.
No lo tengo claro, sólo sé que, en efecto, tras el coronavirus nada volverá a ser como antes. Esperemos que para bien. Por ahora, la reacción del hombre indica que para mal… al menos en una parte de la población.