- La Francia de Macron y la Comisión Europea de Jean-Claude Juncker proponen un presupuesto anticrisis, completar la unión bancaria con medidas de mutualización de riesgos, crear un superministro de Finanzas de la eurozona y convertir el mecanismo de rescate (Mede) en un Fondo Monetario Europeo (FME) con más poderío.
- Pero Holanda lidera una facción cada vez más belicosa contra las propuestas de reforma, formada por los nórdicos (Dinamarca, Finlandia y Suecia), los bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) y hasta la rescatada Irlanda.
La
eurozona sale de la Gran Crisis en medio de una guerra de baja intensidad entre el Norte y el Sur. Todo el mundo sabe que hay que reformar el euro porque de lo contrario la próxima crisis podría acabar con él, pero no hay nada parecido a un consenso acerca de cómo hacerlo. La
Francia de Macron y la Comisión Europea de Jean-Claude Juncker proponen un presupuesto anticrisis, completar la unión bancaria con medidas de mutualización de riesgos, crear un superministro de Finanzas de la eurozona y convertir el mecanismo de rescate (
Mede) en un Fondo Monetario Europeo (FME) con más poderío.
Holanda lidera una facción cada vez más belicosa contra las propuestas de reforma de la zona euro que proponen
Emmanuel Macron en París y Jean-Claude Juncker en Bruselas y que parece apoyar la Alemania de
Angela Merkel.
Ocho países de la UE —Holanda más los nórdicos, los bálticos e Irlanda— limitan la reforma del euro a completar la
unión bancaria (con mucha cautela) y a la conversión del Mede en un Fondo Monetario Europeo. Ni una palabra de presupuesto anticrisis. El texto, además, vincula los fondos europeos a la necesidad de hacer reformas, informa
El País.
Holanda lidera ese grupo con el liberal
Mark Rutte cargando con dureza contra todo lo que suene a mutualización y a transferencias de poder hacia instancias europeas. Lo importante será lo que piense Merkel al respecto.
Pero de momento Ámsterdam ha encontrado aliados: los nórdicos
(Dinamarca, Finlandia y Suecia), los bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) y hasta la rescatada Irlanda, una suerte de limbo fiscal que ha hecho fortuna atrayendo multinacionales a base de impuestos bajos.
Todos esos países apoyan una Unión Monetaria "basada en reglas comunes"; en poner en marcha
reformas estructurales y en cumplir a rajatabla el Pacto de Estabilidad.
La propuesta, resumida en un escueto texto, recoge la idea holandesa de que para luchar contra la crisis lo importante es tener colchones fiscales a escala nacional, para liberar los estabilizadores automáticos (como el seguro de desempleo) cuando llegan las vacas flacas. Y rebaja drásticamente el nivel de ambición de las propuestas que se han puesto sobre la mesa hasta ahora.
Bruselas reclama a los socios un cortafuego fiscal para el fondo de resolución (para cerrar bancos), y un fondo de garantía de depósitos común. Esos ocho países sostienen que basta con "continuar los debates" sobre esos dos asuntos, que deberían estar cerrados en junio.
"Podremos iniciar las discusiones políticas sobre el fondo de garantía de depósitos tan pronto como se hayan hecho progresos suficientes en las medidas de reducción de riesgos", dice el texto, pese a que Bruselas y hasta Berlín han reconocido que ha habido ya grandes progresos, con una reducción notable de los activos problemáticos en países como España e Italia.
El documento, además,
reitera la necesidad de poner en marcha "un mecanismo de reestructuración ordenada de la deuda soberana", que los países más duros pretenden que sea automático. Italia, Francia y España rechazan de plano esa opción.
Los nórdicos sí aceptan la conversión del Mede en un FME, aunque subrayan que la toma de decisiones "debe quedar en manos de los Estados miembros" —el tradicional enfoque intergubernamental alemán— y
no dicen una sola palabra de la posibilidad de dotar ese Fondo con más potencia de fuego para actuar contra crisis en un solo país.
Andrés Velázquez
andres@hispanidad.com