Tras la vendimia, llega la campaña de Navidad, la época de ventas por excelencia para el cava. Sin embargo, el hecho de que las dos reinas de dicho sector -Freixenet y Codorníu- hayan caído en manos extranjeras en los últimos meses podría provocar el hundimiento de este vino espumoso de calidad que tiene 146 años de historia.
Como saben, el grupo alemán Dr. Oetker (en concreto, su división vinícola, Henkell) se ha hecho con el 50,7% de Freixenet y el fondo de inversión estadounidense Carlyle ha comprado el 68% de Codorníu. No se trata de dos empresas cualquiera, sino de la líder y de la número dos del sector del cava (representan más del 50% de la facturación del mismo): han perdido su españolidad al dejar de estar controladas por sus respectivas familias fundadoras -los Ferrer y los Raventós, respectivamente-. Y como es lógico, Dr. Oetker y Carlyle ya han reorganizado sus consejos: ahora cuentan con cuatro alemanes y cuatro miembros del fondo, en cada caso.
Dr. Oetker y Carlyle han reorganizado los consejos de las reinas del cava y cómo no, las familias fundadoras (los Ferrer y los Raventós) han perdido poder
Los nuevos dueños de Freixenet y Codorníu venderán vino espumoso de cualquier país del mundo, de peor calidad y más barato que el champán, aprovechando el prestigio de estas dos marcas, que hasta ahora eran conocidas por ser las reinas del cava. Por tanto, dicho prestigio y la historia centenaria del cava peligran… Una estrategia que quizá no guste a la denominación de origen de este vino espumoso español: las primeras botellas siguiendo el método tradicional de segunda fermentación del vino en botella se dieron en 1872 en Sant Sadurní d’Anoia (Barcelona), tras los estudios del prestigioso Instituto Agrícola Catalán San Isidro, iniciándose así la elaboración del cava, que tiene “una identidad propia distinta a la de cualquier otro vino espumoso de calidad”.
Freixenet y Codorníu han estado mal gestionadas y eso les ha impedido crecer e internacionalizarse más
Freixenet y Codorníu tienen un recorrido internacional muy potente, pero han estado mal gestionadas (así lo demuestra su pérdida de rentabilidad, los márgenes bajos o las disputas familiares, por ejemplo) y eso les ha impedido crecer e internacionalizarse más para competir en un mundo donde los peces grandes se comen a los chicos. Dr. Oetker y Carlyle tienen recursos y harán sus inversiones para hacerlas crecer, aunque conviene recordar que este último es un fondo de inversión: quiere ser más grande adquiriendo otras empresas (de hecho, ha comprado el 93,9% de Bodegas Bilbaínas a Unideco -matriz de Codorníu-) y al mismo tiempo, se coloca como un inversor temporal, que en algún momento dará paso a otro accionista en Codorníu (es decir, la venderá).