Los obispos solicitan que se conceda el indulto a los presos del Procés por razón de misericordia y perdón.
Eso está bien, la misericordia y el perdón constituyen dos puntos esenciales, no sólo de la doctrina cristiana, sino de la convivencia social.
De hecho, la fórmula mágica en política, en los caladeros profundos de la cosa pública, es la que ya expresara San Juan Pablo II: no hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón. Hasta ahí vamos bien con Pedro Sánchez y los indultos. Sí, dénle un voto de confianza. Él piensa que con un gesto de perdón logrará el ansiado reencuentro con la mitad perdida de la sociedad catalana.
Ahora bien, el perdón de la víctima tiene entidad por sí mismo, pero sin arrepentimiento del verdugo no sirve para nada.
El indulto es una medida de perdón… que en este caso el perdonado rechaza. Los presos del Procés no sólo no han pedido el indulto sino que lo desprecian. La diferencia entre indulto y amnistía es que el primero es una concesión del Estado al individuo, en la segunda, el Estado reconoce que el individuo fue injustamente penalizado. En la primera se perdona, en la segunda se reconoce que no hubo pecado. Pues eso, que quieren amnistía y autodeterminación.
Así que si hay perdón pero no arrepentimiento, si “lo volveremos a hacer”, estamos haciendo buenas las palabras de Moreno Bonilla, el presidente andaluz, quien sentenciaba: si los indultos sirvieran para algo…
No puede haber paz sin justicia, cierto. No puede haber justicia sin perdón, cierto. Pero, ojo, el perdón de poco sirve sin arrepentimiento del perdonado.