Como me lo contaron se lo cuento. Un niño, ocho años, hijo de un más que conocido y relevante empresario español, rico por su casa y por su hacienda, es conducido por el chófer de su padre hasta un internado donde sus progenitores le habían depositado. Cuando llegan al centro, en una perdida ciudad española, el muchacho se dirige al chófer y le dice:
-Jenaro, ¿podría salir y darme un beso para que crean que es usted mi padre?
Y, según me cuentan, Jenaro –nombre que me acabo de inventar- cumplió con el simulacro como el mejor de los actores. Así, sus compañeros se enteraron de que el chaval tenía padre.
La alta burguesía madrileña y catalana llevan lustros cediendo la educación del sus hijos a los colegios y haciéndoles unos infelices
Con mis dotes investigadoras he deducido que los padres del susodicho –quienes, por cierto, no tenían familia numerosa aunque sí numerosas cuentas corrientes- jamás habían acompañado a su retoño al internado, jamás habían preguntado a los profes por su hijo y jamás se habían identificado como tales ante sus compañeros en el ‘internadero’ donde le habían depositado para que no molestara.
“A veces sufro por cualquier cosa”, decía la antigua balada.
¿Seguro que hay que rezar por los pobres? Los ricos lo necesitan más
La alta burguesía madrileña y catalana llevan lustros cediendo la educación del sus hijos a los colegios de elite… y haciéndoles unos infelices, que es lo que ocurre cuando se aleja a los niños de sus padres porque molestan en casa y cuando se justifica la tarea paterna, y materna, en que has pasado una factura elevada en un colegio de lujo… .que suelen resultar coles tan caros como tristes. Y es que los niños, salvo causa mayor, deben dormir en casa con sus padres.
Esto me recuerda lo que una amiga mía, teóloga de fuste, les comentaba a las ‘miembras’ de una congregación de monjas a las que impartía clases: recen ustedes por los ricos. Lo necesitan más que los pobres.
Y tenía razón, que es más fácil que un camello pase por ojo de una aguja…