Con su sonrisa beatífica, el somnoliento Joe, nuevo presidente de los Estados Unidos, tomó posesión como presidente de los Estados Unidos ante 25.000 soldados de la Guardia Nacional y algunos invitados. El pueblo, propiamente dicho, estuvo representado por Lady Gaga y Jennifer López. Con eso bastaba.
Su discurso en su jura del cargo como presidente de los Estados Unidos podría haberlo impartido Pedro Sánchez: incluso se refirió al terrorismo doméstico. Ya saben, la lacra. Oiga, jamás de los jamases un argumento fue estirado hasta los límites en los que el feminismo pedestre ha alargado, utilizado, manipulado y exagerado el asunto de la violencia machista, un tema que agota ya también a muchas mujeres. Y ahora tenemos al hombre más poderoso del mundo mintiendo, por interés, con el concepto de “terrorismo doméstico”, como si se tratara de una Irene Montero cualquiera.
Eso sí, hay una diferencia entre Biden y Sánchez. Don Joseph habló de Dios e incluso instó a orar, algo que jamás se hubiera permitido don Pedro.
¡Pero es que esto es lo peligroso! Biden es un católico abortero, es decir, una contradicción ‘in terminis’. No quiere destruir la Iglesia desde fuera, como Sánchez, sino desde dentro.
El nuevo presidente de EEUU ni mencionó en su discurso a Donald Trump pero si a Mike Pence: se trata de romper el Partido Republicano
Pero centrémonos en el discurso inaugural de la legislatura, que podríamos definir como una deificación de la democracia. Ni tan siquiera del pueblo, sino del sistema. El problema es que la democracia no es sino “el peor de los sistemas posibles una vez rechazados todos los demás”.
Biden exhaló que el miércoles 20 se celebraba el triunfo de la democracia. En efecto, se celebraba su triunfo y con sombras de manipulación por la vía políticamente correcta. Es decir, no por conspiración para el fraude electoral sino por consenso de la opinión publicada para fulminar a Donald Trump. Y el consenso, insisto, es mucho peor que la conspiración.
Esto de identificar la democracia con uno mismo es muy propio de Sánchez. El resto, el que se me opone de verdad, no es más que un ultra y un populista, que blasfema de la democracia.
Biden exclamó que el “derecho del pueblo ha sido escuchado” -porque ha ganado el Partido Demócrata, claro si hubiera ganado el Republicano, no- mientras utilizaba el sainete de la ocupación del capitolio como lo más grave que había ocurrido en la historia moderna.
A partir de ahí vende el discurso que los medios más aborregados -sólo los multimedia más importantes de todos- aseguran que vendió el neo-presidente: unidad. Naturalmente, para restañar las heridas dejadas por el malvado Trump, que ha polarizado y crispado a los norteamericanos. Como si para crispar a un pueblo se necesitara intención, basta con la negligencia del sus dirigentes.
El nuevo presidente de EEUU ni mencionó en su discurso a Donald Trump, que algo bueno habrá hecho y trató de dividir al Partido Republicano con un guiño a Mike Pence, un político noble, que escuchó el halago con formidable indiferencia.
Biden es un católico abortero, es decir, una contradicción ‘in terminis’. No quiere destruir la Iglesia desde fuera, como Sánchez, sino desde dentro
Y esto es bello e instructivo porque si Biden hubiera buscado la unidad que pregona, hubiera tendido la mano a un Donald Trump que ha superado los 75 millones de votos. Al parecer, los votantes de Trump, casi medio país -quizás más- están llamados a ello. A unise a él pero, lógicamente, bajo su mando (otro enorme parecido con el discurso de Sánchez).
“Nosotros, el pueblo”, acabó sentenciando Biden, “somos buena gente”. Pero tú no eres el pueblo campeón, tú eres el presidente. Demagogo, pero presidente.
A partir de ahí, Biden se deslizó por la demagogia más repugnante y habló de terminar con el supremacismo blanco. Al parecer el vandalismo del BLM resulta de lo más democrático. Recuerden como la actual vicepresidente Kamala Harris, animaba a los salvajes del BLM a arrasar con todo para dañar a Trump. Frente a los incendiarios violentos del Black Live Matter los asaltantes del Capitolio son unos gamberros inofensivos. Y sobre la desarmada asaltante del capitolio ejecutada por un guardaespaldas, ni una palabra de Biden ni un sumario judicial.
Unidad si, pero bajo mi mando y mi yugo. Deifico la democracia porque cuando se deifica algo ese dios se convierte en un ídolo. Y así, la democracia de Joseph, como la de Pedro, significa obedecer mis órdenes. Si no me habéis votado obedecedme igual y sonreíd, porque estoy haciendo lo mejor para todos, especialmente para mí y porque ante todo, si no me obedecéis estáis blasfemando de la diosa democracia.
Traducido: haz lo que yo diga y siempre tendrás el derecho a patalear. Opina libremente, al menos por ahora. Total, para el caso que se te va a hacer. Igualito que Sánchez.
Insisto, se llama deificar el sistema: unidad pero bajo mi yugo. Y si te sales del sistema o pones en solfa al sumo sacerdote, naturalmente eres un hereje, un blasfemo, un ultra que debe ser fulminado. Como Trump.