Las fiestas civiles son solemnes, las fiestas religiosas son menos dignas y más alegres.
Es más, Chesterton, uno de los entusiastas de la Navidad, aseguraba que “las costumbres navideñas destruyen los hábitos del ser humano: mientras que las costumbres suelen ser altruistas, los hábitos son egoístas casi siempre”. Así que al festejar la Navidad, el hombre recupera la sencillez. Aunque sea por unas horas.
El objeto de la fiesta religiosa es el de comprobar si un hombre feliz sigue vivo
Y así, “el objeto de la fiesta religiosa -tanto Navidad como la Pascua de Resurrección, Viernes de crucifixión incluido- es el de comprobar si un hombre feliz sigue vivo” o si, simplemente, es uno de los tantos muertos en vida que pueblan nuestros campos y ciudades (sobre todo, las ciudades).
Sí, muertos en vida. Volvamos a Chesterton: “el muerto puede sonreír: la compostura, la resignación y la más exquisita cortesía son, por así decirlo, los puntos fuertes de los cadáveres”.
Las fiestas civiles son solemnes, las religiosas -Navidad o Pascua de Resurrección- son alegres
Si hay algo vivo es un niño, precisamente la persona a la que, por principio, la dignidad importa una higa.