• Y el presidente, Dimas Gimeno, se ve obligado a colaborar con personal del anterior equipo que no le es propicio.
  • Todo el Consejo está ya convencido de que el acuerdo con Catar no le saca de la deuda sino que les introduce más en ella.
  • Y con las actuales cuentas, la salida a bolsa no es posible.
  • Otro problema: cómo reconvertir los pagarés de empleados en fondos. El actual interés no es sostenible.
  • No se toman decisiones estratégicas. Por ejemplo, nadie quiere asumir la responsabilidad de cerrar centros no rentables.
Decíamos ayer que el Santander se niega a modificar las condiciones del contrato por las que controla la financiera de El Corte Inglés. Pero el problema del apalancamiento de los grandes almacenes no termina ahí. Está el problema de los pagarés de empleados, que con los tipos de mercado actuales (el dinero en tasas casi negativas) no es sostenible en el tiempo, dado que los pagarés de El Corte Inglés ofrecen una rentabilidad de entre el 4 y el 5%. Por ahora, los intentos para reconvertir esos pagarés en fondos no han funcionado. A ello se une el desastroso contrato con el jeque de Catar, pan para hoy y hambre para mañana, contrato que aumenta la asfixia financiera de los grandes almacenes. No es un nuevo accionista, es un prestamista a altísimo tipo de interés. Y la salida a bolsa no es la solución. Además, en estas circunstancias no es posible. Y el problema de fondo es el de siempre: la diarquía que impera en El Corte Inglés desde la muerte de Isidoro Álvarez impide tomar decisiones drásticas. Dirige Dimas Gimeno, el presidente, que intenta relanzar los grandes almacenes, pero el que decide es Florencio Lasaga (en la imagen), presidente de la Fundación Ramón Areces y a sus 82 años coordina las grandes decisiones. Lo malo es que no le gusta tomar demasiadas mientras Gimeno considera que son inaplazables. Sólo que no decide Gimeno, sino Lasaga. Hablamos de decisiones estratégicas. Por ejemplo, el cierre de centros improductivos, algo que Gimeno abordaría de buena gana, porque no está dispuesto a esperar a que repunte el consumo, o el abandono de líneas de producto sin margen, líneas que, por mucho que repunte ese consumo, ofrecerán más negocio pero no más ganancias. Es cierto que el responsable último de la paralizante diarquía es Isidoro Álvarez, quien durante la última junta de Accionistas, del pasado mes de agosto, pocas semanas antes de su fallecimiento, introdujo a su sobrino Dimas Gimeno en el Consejo de Administración pero no en la Fundación Ramón Areces. Y así, Dimas se ha encontrado con un equipo que, salvo un puñado de fieles, no es suyo sino que responde a la etapa anterior, hoy personalizada en Florencio Lasaga, como Juan Moral de la Rosa, Borja de la Cierva o el muy relevante Juan Carlos Fernández Cernuda. Eulogio López eulogio@hispanidad.com