Como comprenderán, Jeffrey Epstein, el millonario acusado de explotación sexual de menores, que se quitó la vida en su cárcel de Nueva York, no merece mi entusiasmo. No me gustan los suicidas y este menos que otros.
Ahora bien, deberíamos plantearnos hasta qué punto se puede presionar a un acusado, aunque sea un repugnante pederasta: ¿existen límites? Porque Epstein ya lo había intentado una vez, y todo el mundo estaba pendiente de la segunda… que finalmente se produjo con éxito de muerte… pero nadie hizo nada por evitarlo. Y así, la sociedad norteamericana, asimismo afectada por lo políticamente correcto (al que debemos conocer por sus siglas PC, que no son ‘personal computer’) pensó que se había hecho justicia por su propia mano.
Parecemos dispuestos a perdonar al culpable de unos delitos políticamente correctos y a ser inclemente con otros que no acepamos
Más factores sobre el suicidio de Epstein. Como amigo de Bill Clinton, el rijoso Jeffrey no se hubiera suicidado jamás, pero era amigo de Donald Trump, y claro… Es más, era mucho más amigo de Clinton y estuvo más relacionado con él que con Donald, pero Bill es políticamente correcto y Donald no.
El problema es que parecemos dispuestos a perdonar al culpable de unos delitos políticamente correctos y a ser inclemente con otros que no aceptamos. En este sentido, suplico que lean el corto y enjundioso episodio detectivesco del padre Brown, del genial Chesterton, titulado “La penitencia de Marne”: es el mejor espejo que conozco sobre la macedonia mental de nuestro mundo.
Lo políticamente correcto varía cada equis tiempo. Me temo que la pederastia, y la explotación sexual de menores pasen de delitos a derechos en un plazo corto de tiempo
Además, lo políticamente correcto varía cada equis tiempo. Me temo que la pederastia, y la explotación sexual de menores pasen de delitos a derechos en un plazo corto de tiempo. Pasarán a ser -¡y será repugnante!- políticamente correctos y seguramente legales. Y esto no es grave: es muy grave.