Los datos son estremecedores. En 2018, un total de 41,9 millones de niños (y niñas) fueron asesinados en el vientre de sus madres, según el Observatorio de Bioética Instituto de Ciencias de la Vida, de la Universidad Católica de Valencia. Es casi el equivalente a la población española, que en 2018 se situó en 46,7 millones de personas. ¿Se imaginan? Eliminar, de golpe y porrazo, a todos los habitantes de nuestro país. Pues eso es, exactamente, lo que está ocurriendo en el mundo… cada año.

Es una masacre en toda regla y no puede dejarnos indiferentes. Piensen un momento que, en lugar de 41,9 millones de bebés, estuviéramos hablando de alguna especie animal. Aunque no estuviera en riesgo de extinción, Naciones Unidas haría un llamamiento mundial para poner fin a la matanza; países enteros se movilizarían para salvar a los pobres animales inocentes; se organizarían conciertos multitudinarios para despertar las conciencias y, por supuesto, para recaudar miles de millones de euros. Todo sería poco para poner fin a la barbarie.

Es una masacre en toda regla y no puede dejarnos indiferentes

Pero no son animales, sino personas. Concretamente, 41,9 millones, de las que algo más de 100.000 fueron abortadas en España (datos de 2017). Una cifra que no tiene en cuenta los abortos provocados por los anticonceptivos, que son muchos e imposibles de cuantificar. Una masacre en toda regla, en cualquier caso.

Efectivamente, la principal causa de muerte en el mundo es el aborto y no los mosquitos, como publicó El País en julio, que matan a 725.000 personas al año. Ni siquiera sumando éstas a las muertes por asesinato (475.000), y a los fallecimientos por serpientes (50.000), o perros (25.000), logran desbancar a las muertes por aborto.

La raza humana se está suicidando y pocos hablan de ello.