• Miles de cristianos paquistaníes se refugian en Tailandia ante la persecución que sufren en su país: presiones, acoso, amenazas y represalias.
  • Debido a la ley de blasfemia vigente en Pakistán, todo tipo de abuso se puede convertir en pena de muerte.
  • Pero como Tailandia no firmó el Protocolo de refugiados 1967, los que llegan al país muy pronto se ven privados de derechos y protección.
La fuga de miles de cristianos paquistaníes que dejan su tierra natal en busca de refugio en Tailandia no se detiene. Escapan de presiones, acoso, amenazas y represalias. Debido a la ley de blasfemia vigente en Pakistán, todo tipo de abuso se pueden convertir en pena de muerte, informa Fides. "Como el viaje cuesta poco y es fácil recibir el visado de turista, muchos pakistaníes llegan a Tailandia, pero pronto su sueño de paz se desvanece", dice una fuente local. Pero como Tailandia es uno de los países que no firmó la Convención sobre los Refugiados de 1951 ni el posterior Protocolo de 1967, los que llegan al país y comienzan el camino burocrático complejo en las oficinas del ACNUR, muy pronto se ven privados de derechos y protección. La visa de turista caduca en un mes y se necesita dinero para extenderla más tiempo y los procedimientos previstos para los solicitantes de asilo puede tomar de 3 a 5 años. "En este punto, el refugiado, que oficialmente no es tal, se convierte en un ilegal y un criminal -continúa la fuente-. No puede tener un trabajo legal y no tiene derecho a la asistencia sanitaria. Se ve obligado a situaciones de clandestinidad, siendo víctima frecuentemente de tráficos oscuros y de trabajos serviles. Las Ong que trabajan en este sector están en contacto con muchos paquistaníes encarcelados acusados de delitos comunes. Las mujeres y los niños son encarcelados sin distinción. Las parroquias, la gente común, algunas organizaciones, les ayudan como pueden, violando de alguna manera las disposiciones de la policía". Trágica situación la de los cristianos pakistaníes que huyen de su país pero entran en otro donde su vida se convierte en un infierno. Y de todo esto nadie habla. José Ángel Gutiérrez joseangel@hispanidad.com