En tiempo y forma todos los placeres son buenos, incluido el vino.
Resulta peligrosa esa tendencia orientalista a anular todo tipo de apetitos sensibles
En Occidente se nos está imponiendo el peligroso orientalismo de que hay que anular el deseo, en lugar de encauzarlo.
Esta peligrosa tendencia nos está entrando por la vía de un puritanismo panteísta que, encima, consideramos de lo más progresista. El final de ese camino de origen hindú consiste en no sentir nada. Y eso es mucho peor que el hedonismo más compulsivo del occidental más vicioso.
Los placeres del mundo han sido creados por Dios para ser disfrutados por el hombre. Y ha creado muchos
El cristianismo es hedonista. Sólo tiene un límite: la ley inexorable de un ansia siempre creciente de un placer siempre decreciente. Pero, por lo demás, el deseo de satisfacer los apetitos sensibles es una maravilla.
La ley moral no es un “no” sino un “sí a todo en su debida medida: placeres racionalizados por el hombre”.
El único límite es la ley permanente: “un ansia siempre creciente de un placer siempre decreciente”
La vida es hermosa y ahora es cuando damos el salto al Adviento de ahora mismo: la alegre Navidad no está muriendo lentamente, lo que está es resucitando poco a poco.