• El despeñe (-95%) prueba en qué queda Pescanova SA, cuyo único activo es el 1,6% de la Nueva Pescanova.
  • Pero los antiguos accionistas (Fernández de Sousa, Damm, Masaveu o Luxempart) no desisten en sus pleitos.
  • Termina una etapa, pero no la guerra, que puede precipitar la liquidación de la antigua.
  • Y también el incumplimiento del convenio de acreedores de la nueva.
  • Una cosa está clara: lo que valía hace cuatro 169,8 millones no llega ahora a un millón.
Era previsible que lo que queda de la vieja Pescanova (Pescanova SA) se desplomara en bolsa en su regreso al parqué después de cuatro años, en concreto desde el 12 de marzo de 2013. Esas acciones, que entonces valían 5,91 euros, quedan ahora en 29 céntimos, tras el levantamiento de la suspensión por la CNMV para cotizar. El despeñe bursátil, del 95%, era previsible (estaba calculado) y, por tanto, nada sorprendente. Hay que tener en cuenta que el único activo de la antigua Pescanova es el 1,6% que posee en la nueva Pescanova y los apoyos que reciba por los acuerdos de segregación desde la nueva Pescanova. El valor de mercado no supera los 900.000 euros frente a la capitalización bursátil de 169,8 millones de marzo de 2013. En paralelo, los antiguos accionistas (como Fernández de Sousa, Damm, los fondos Luxempart y Broadbill y Carolina Masaveu) mantienen su guerra de litigios para tener un puesto en el Consejo de Administración de la nueva Pescanova o mantener una participación de un 20% en la compañía. Esa participación quedó diluida al 1,6% después de la última ampliación de capital, aprobada en la Junta de Accionistas de abril, frente al 77,8% en manos de los bancos acreedores, con un capital social en total de 147,6 millones. La propia CNMV se hacía eco de esa guerra de litigios (hecho relevante del 1 de junio), que puede poner en riesgo los apoyos a la Nueva Pescanova, a la antigua, o el cumplimiento del convenio de acreedores, que derivaría en la liquidación inevitable de la antigua. Unos y otros ya saben lo que hay y lo que vale, aunque el efecto constata el inevitable quebranto que ha supuesto para los pequeños accionistas que quedaron anclados durante un impasse de cuatro años. Es el colofón de la profunda crisis vivida en Pescanova desde que entró en preconcurso de acreedores, se conociera el fraude en sus cuentas o el agujero patrimonial encontrado -superior a los 2.000 millones- y la refundación posterior, guiada por los acreedores bancarios, con el vuelco accionarial consiguiente. Rafael Esparza