Decíamos anteayer, que la impunidad ante la ley es, probablemente, la marca de fábrica del Gobierno Sánchez. Y también podemos decir que al Gobierno sociopodemita le funciona muy bien la queja: dime que achacas al prójimo y te diré lo que escondes.
Pues esto va como de molde con el proyecto de ley de Memoria Democrática, que vulnera una ristra de derechos sin fin y que no atenta contra el franquismo sino contra el cristianismo.
El miedo al coronavirus provoca la inacción ante una ley inicua de las proporciones de la Memoria Democrática
No es una expresión. A saber, listado de derechos contra los que atenta la norma de doña Carmen Calvo: libertad de prensa, de expresión, de cátedra, de investigación, libertad de culto, de reunión, de opinión, de asociación, de enseñanza, tutela judicial efectiva, legalidad, tipicidad…
Sí, también legalidad y tipicidad, porque bajo la excusa de perseguir todo “enaltecimiento” –el concepto favorito de doña Carmen- del Franquismo atenta con la normativa sobre amnistía, piedra angular de la transición democrática y de la reconciliación entre españoles y porque no se trata de una persecución del disidente, sobre todo, del cristiano, sin tipicidad penal reconocida. Si la identificaran tendrían que reconocer que el único objetivo es la cristofobia.
La ley es una censura, supone cambiar la historia y, por tanto, mentir sobre la misma, y, a la postre, pretenden inducir lo que debes pensar y, sobre todo, lo que puedes decir.
No es una ley contra el Franquismo sino contra el cristianismo. Por ahora, la petición de diálogo del cardenal Juan José Omella, ha quedado sin respuesta
Una norma tan salvaje, presentada con sinceridad, caería por su propio peso. Resultaría una de esa leyes acatadas pero no cumplidas, entre otras cosas porque su cumplimiento dejaría ver las barbaridades que provoca. El problema no sólo es el contenido sino el momento en el que se promulga o pretende promulgar.
Sí, porque el miedo al coronavirus ha provocado la inacción colectiva de los españoles ante una ley inicua… de las proporciones de este alzheimer histórico. En la España de ahora mismo, puedes publicar en el BOE la mayor de las barbaridades, que la ciudadanía no acusa recibo, noqueada como está por el terror al virus. Y esto es lo preocupante.
Insisto: no es una ley contra Franco sino contra Cristo. Por ahora, la petición de diálogo del obispo Juan José Omella, presidente de la Conferencia Episcopal española, ha quedado sin respuesta. La gran mentira de la “legislatura del diálogo” no es otra cosa, que la hipocresía brutal de un Ejecutivo agotado, que dialoga porque necesita votos para imponer su santa voluntad. Dialoga con todos, menos con los afectados, porque los verdaderos damnificados por la barbaridad de la norma que abandera Carmen Calvo Poyatos de las leyes de Memoria Democrática son todos los españoles, ciertamente pero, antes que nadie, los católicos. Así que ya lo saben: Sánchez está abierto al diálogo con todos menos con los obispos.
La cuestión de fondo: si la II República hubiera dejado en paz a los católicos, Franco jamás habría ganado la guerra y hoy viviríamos… en la II República
Hay un motivo para ello: si pretendes -como pretendes- ganar la guerra Civil que perdiste hace 81 años la izquierda no puede reconocer algo visible para cualquiera que no tenga prejuicios progres. A saber: que si la II República hubiera dejado en paz a los católicos, Franco jamás habría ganado la guerra y hoy viviríamos… en la II República.
Y el corolario lógico: Los católicos estamos agradecidos al pérfido dictador Franco, que Carmen Calvo compara con Hitler y Stalin: ¿Cómo no vamos a estarlo si los milicianos -mismamente del PSOE- nos mataban por ir a la Iglesia?