Nada hay oculto que no llegue a descubrirse. La verdad es que el desnombramiento del italiano Andrea Orcel como consejero delegado del Santander y la vuelta de José Antonio Álvarez no fueron a causa de los 55 millones de euros de bonus que el Santander no quería pagarle.
No, la llegada se rompe cuando, a través de una serie de indicios (por ejemplo, que Orcel exige que le acompañe en el desembarco uno de sus colaboradores), algunos de los que intervienen en la operación, entre los que se encuentra el tío de Ana Botín, Jaime Castellanos, empiezan a sospechar que algo va mal.
Cuando Ana Botín se percata de la situación, da marcha atrás con la disculpa de los 55 millones de euros
Y más sospechas se acumulan cuando el entorno de Botín cae en la cuenta de que Orcel y el propio UBS mantienen buenos contactos con algunos de los fondos accionistas del Santander, entre los que se encuentran los más agresivos a la hora de solicitar al banco que enajenen y aumenten remuneración y/o cotización.
Ahora, el problema es recomponer la estructura directiva
Por tanto, por mucho que Financial Times alegue que UBS antepuso su esmeradísimo código deontológico -deontología y banca suiza son dos antónimos- lo cierto es que Ana Botín rompió con el italiano y termina por recuperar al fiel Juan Antonio Álvarez como CEO.
Ahora, eso sí, hay que recomponer el equipo directivo del Santander, que ha quedado un pelín tambaleante.