La manifestación se ha celebrado en un ambiente jovial y ha estado aderezada con gaitas y tambores, toda una excepción en este fin de semana tan violento en buena parte del mundo.
Los organizadores cifran en 250.000 los asistentes mientras las autoridades rebajan sustancialmente el número hasta 20.000 los ciudadanos que se dieron cita la icónica calle Royal Mile, el lugar más famoso de Edimburgo que atraviesa todo el casco histórico de la ciudad, hasta llegar al parque de Holyrood, junto al Parlamento escocés.
La marcha, en favor de la independencia de Escocia del Reino Unido y calificada por sus organizadores All Under One Banner, como la mayor celebrada hasta ahora, transcurrió bajo el lema Marching for independence. Por cierto que en ella se pudieron ver un gran número de banderas esteladas.
Esta ha sido la última de una serie de protestas que la organización proindependentista ha convocado en diversas ciudades escocesas durante todo el año. En esta ocasión no ha podido asistir la ministra principal escocesa, Nicola Sturgeon, que decía en su cuenta de Twitter: "Buena suerte para todos los que están marchando por la independencia en Edimburgo. No puedo estar en persona allí, pero estaré con vosotros en espíritu. Tened un buen día y que no os quepa duda de que viene la independencia".
Si Johnson no llega a un acuerdo con Bruselas, estará obligado por ley a pedir una nueva prórroga para el Brexit, esta vez hasta el 31 de enero de 2020
Se trata de una vuelta de tuerca del culebrón del Brexit en una situación cada vez más complica y que tiene que resolverse, eso es lo previsto, en el Consejo Europeo del 17 de octubre con la mirada puesta en lo que ocurra dos días después, 19 de octubre, fecha límite impuesta por el Parlamento británico para que Boris Johnson encuentre una solución para la salida de la Unión Europea. Si no ha conseguido llegar a un acuerdo con Bruselas para entonces, el primer ministro estará obligado por ley a pedir una nueva prórroga para el Brexit, esta vez hasta el 31 de enero de 2020
De momento, Johnson tendrá que asimilar las críticas que le llegan de Dublín y Bruselas a la propuesta lanzada por Downing Street para pactar la salida de la UE, críticas que ven en la necesidad de aduanas en Irlanda y el poder de veto de Belfast, los principales obstáculos. Las autoridades europeas consideran que la propuesta solo puede salir adelante si es modificada de forma sustancial.
Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, aseguraba que la UE está dispuesta a alcanzar un pacto, pero que todavía no está convencida sobre las condiciones sugeridas por Downing Street. Tusk dijo estar "totalmente detrás de Irlanda" en este proceso tras conocer que Leo Varadkar, primer ministro irlandés, opinaba que las ideas de Johnson "se quedan cortas en varios aspectos" respecto a lo necesario para sellar un acuerdo. Su número dos, Simon Coveney, fue más directo al señalar que "si el plan de Johnson es la propuesta final, habrá una salida sin acuerdo". El grupo de seguimiento del Brexit en el Parlamento europeo recordó, por su parte, que el plan de Johnson se quedaría en nada si no obtiene el visto bueno del Parlamento británico, como sabe muy bien Theresa May.
La manifestación de Edimburgo ha sido la última de una serie de protestas que los proindependentistas de All Under One Banner han organizado en diversas ciudades escocesas durante todo el año
Así que, mientras la puesta en escena del Brexit se enreda cada vez más, David Cameron ha vuelto a la palestra para, esta vez, 'tocar las narices' a su majestad. Y si molesta estaba Isabel II por haber tenido que firmar al cierre del Parlamento, ahora no da crédito ante la nueva torpeza del ex premier que ha desvelado, en una entrevista a la BBC, que hace cinco años solicitó el apoyo de la reina ante el miedo a que una mayoría votará en el referéndum escocés por la separación del Reino Unido.
El canal público de televisión cita a una fuente cuya identidad no desvela para hablar del supuesto malestar que habría ocasionado en el entorno de la monarca las palabras de Cameron “Recuerdo las conversaciones que tuve con mi secretario privado, éste con el secretario privado de la reina y yo con el secretario privado de la reina, sin pedir nada que fuera impropio o inconstitucional, sino solo un pequeño gesto, que pensamos que marcaría la diferencia”.
Es el mismo Cameron que acaba de publicar un libro 'For The Record' (Para que quede constancia), en el que trata de explicarse ante un país que le culpan de la crisis nacional. “Pienso sobre lo ocurrido cada día. Todos los días pienso en el referéndum y que perdimos, y las consecuencias y lo que pudo hacerse de manera diferente, y me preocupa muchísimo qué será lo siguiente”, reconoce en el libro en el que habla de los “encuentros fuertes” en la calle con gente que le manifiesta su hostilidad.
Sin ir más lejos, George Osborne, que fue ministro de Hacienda y colaborador muy cercano durante todo su mandato, le dice “tú y tu jodido referéndum” cuando hablan del pasado, porque él se opuso a su convocatoria. Una convocatoria por la que David Cameron pasará a la historia como el primer ministro británico que perdió el referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea, y que se comprometió a convocar a pesar de estar en contra de la ruptura con Bruselas.
Hay que recordar, no obstante y a toro pasado bien es verdad, que el Ejecutivo no estaría obligado legalmente a sacar al Reino Unido del bloque. Tal y como se planteó el histórico referéndum de 2016, era tan solo consultivo. En otras palabras, su resultado no era legalmente vinculante.
David Cameron ha desvelado, en una entrevista a la BBC, que hace cinco años solicitó el apoyo de la reina ante el miedo a que una mayoría votará en el referéndum escocés por la separación del Reino Unido
Y sobre esto, y antes de concluir, una reflexión sobre los referéndums, a los que casi siempre carga el diablo. En el imaginario colectivo se da por supuesto que el resultado de un referéndum es un mandato de los ciudadanos a sus dirigentes porque es una fiel representación de su derecho democrático. Bajo esta creencia, no cumplir con este mandato o barajar la posibilidad de una nueva consulta sobre el mismo asunto sería ir contra los principios de la Democracia.
Sin embargo, algunos expertos consideran que los referéndums actualmente, aunque con alguna excepción, se alejan de lo que debiera ser un instrumento democrático en manos de los ciudadanos, porque los que ejercen el poder son los que controlan la consulta, los que deciden sobre su conveniencia, el momento, y también la pregunta. Aseguran, además, que los referéndums tienen muchos aspectos en los que es necesario profundizar para hacerlos, precisamente, más democráticos.
Así que, teniendo en cuenta lo anterior, me pregunto: ¿no sería, en el caso del Brexit, la convocatoria de un segundo referéndum que corrija los errores cometidos, la salida más democrática?