Un lector de Hispanidad, masón, me invita a visitar la Gran Logia de España, obediencia regular, ubicada en la madrileña calle de Juan Ramón Jiménez. Visita agradable, donde hablamos de filosofía, historia, simbología y donde, a la postre, todo acaba en el único tema que merece la pena: Dios. Mi interlocutor me dice que el busca un qué, el dios-arquitecto, creador, ignorante de la criatura, por la que no siente el menor afecto, y yo le respondo que opto por el quién, por el Dios redentor y Padre. Primero porque es cierto y segundo porque los quién no consuela mucho que digamos.
Sé que estoy en la sede madrileña de la masonería regular, la no agresiva, la que no admite a ateos ni a mujeres. A las mujeres por apego a su historia, a los ateos porque ellos sí creen en Dios pero para ellos es el gran arquitecto universal. Y yo no quiero saber quién me creó sino quién me ama.
La masonería adquiere nuevas formas y sí: alguna parte linda con el satanismo y hasta se confunde con él
La masonería regular dio lugar al relativismo, el símbolo, al “nada es verdad ni mentira, todo depende del color del cristal con que se mira”. Pero como los ilustrados no eran tontos sabían -y saben- que no es posible explicar la creación sin el creador, recurren al símbolo, porque en el mejor de los casos, sólo es un símbolo del quién.
Luego está lo que la masonería regular llama masonería irregular, parida en Francia. Esta sí que admite ateos y hasta mujeres, y les ruego no extraigan conclusiones precipitadas de la misma.
La masonería irregular es una amalgama de grupos, obediencias y creencias, siempre opacas, algunas sólo anticlericales, otras directamente antiteas.
Y de este tronco ha salido la masonería satánica, la de la logia Rockefeller, con su ‘666’ en la central neoyorquina. Antes, en la primera masonería irregular, los Illuminati (no hablo de Dan Brown, hablo en serio) o los Rosacruces.
De hecho, la nueva era masónica es, en esencia, iluminista, es decir, demoníaca
Hoy, la masonería sigue manteniendo las dos posiciones. La regular, que se atiene a la antigua liturgia o se moderniza e intenta copar el poder político o económico (Bildelberg) y los herederos de la otra masonería, la irregular, directamente satánica y que sabe que para destruir el mundo hay que destruir Occidente y para destruir Occidente hay que destruir a la Iglesia. Mejor: hay que dividirla.
Porque en nuestra era, la época de la blasfemia contra el Espíritu Santo, la era en que se llama Dios al diablo y diablo a Dios, virtud al vicio y vicio a la virtud, verdad a la mentira y mentira a la verdad, cuando al bien se le llama mal y al mal bien, en la más suprema inversión de valores que conociera la historia, Satanás se ha quitado la careta y practica el terrorismo directo.
Y es que en la era de la blasfemia contra el Espíritu Santo, el demonio se ha quitado la careta y practica el terrorismo directo
No lo digo yo, lo dice el Papa Francisco, quien en conversación con un empresario español, por dos veces le espetó lo siguiente:
-Rece por mí que el diablo anda suelto. Aquí (y señaló el suelo del Vaticano).
Pero no hay que asustarse. Satán sólo tiene el poder delegado por nuestra miseria. A menos miseria humana, menor poder diabólico. Es un pobre hombre. Bueno, un pobre ángel.
Y esto es perfectamente compatible con los buenos modos, e incluso la sinceridad, de la masonería regular.