Hace bien poco que doña Nadia Calviño, catalogada por sus propias compañeras de Gabinete como ‘Nada’ Calviño, había quedado oscurecida por las ministras más progres de Sánchez: la feminista Carmen Calvo, la talibana de la cosa climática, Teresa Ribera, o la devora-patronos de Magdalena Valerio. Y luego estaba la titular de Hacienda, María Jesús Montero, las más ‘resalá’ de todo el Gabinete, inventora de una nueva aritmética en la que cifras de nueve ceros pasan a ser de doce y al revés, sin el menor problema. Tampoco se entiende con Calviño.
Pero doña Nadia también ha tenido que ceder: sabe que el demagógico programa del PSOE es un derroche inasumible, pero espera incumplirlo
Pero ahora ha llegado la crisis, o quizás no hemos salido de la crisis económica permanente, y entonces, el pedigrí europeo de Nadia Calviño ha pasado a ser imprescindible para Pedro Sánchez, quien, ante su poquedad intelectual y en su miseria moral, necesita disfrazarse de estadista moderno, europeo… sea lo que sea lo que esto signifique, Pedro necesita a Nadia.
Y así, Nadia Calviño ha pasado de estar desahuciada a aspirante a una vicepresidencia económica en el próximo Ejecutivo. Sería muy fuerte echar a Calvo del trono vicepresidencial, pero si por algo se ha distinguido el PSOE es por su amor a esos segundos cargos que ofrecen trabajo a destajo, aunque sea poco brillante, e imagen, sólo imagen, de poder real. Sánchez incluso baraja la posibilidad de tres vicepresidencias.
Desde Moncloa se pide que Carmen Calvo, Magdalena Valerio, o incluso María Jesús Montero, se usen sólo para uso interno
En cualquier caso, para Calviño sería un ascenso e, importante, una forma de librarse del resto de ministras del entorno económico que, insisto, no le tienen mucho aprecio. Sobre todo las ministras de Trabajo, Hacienda, Transición Ecológica e Industria, esta última la eternamente preferida.
La titular de economía se ha convertido en la imagen de Sánchez para el 10-N.
Pero para ascender en la apreciación del presidente tan ególatra como Pedro Sánchez no hay que valer, hay que servir. Sánchez es el único que manda en el Gabinete -y no es mujer-, así que doña Nadia también ha tenido que ceder: sabe que el demagógico programa económico del PSOE es un derroche inasumible, que exigirá mantener fuertes impuestos y que no flexibilizará, todo lo contrario, el mercado laboral, por lo que no se podrá crear el empleo necesario.
Pero como la última EPA antes del 10-N será incluso medianamente positiva, Calviño cuenta con que ganarán las elecciones el 10 de noviembre y el día 11 podrá empezar a incumplir el programa prometido.
Por eso, tiene gracia, Calviño habla poco de la promesa de subir las pensiones según el IPC. Ella sólo asegura que sigue siendo una promesa del Gobierno y luego matiza que para 2020. En el 2021 ya veremos. ¿Y el SMI? Lo mismo: se subirá hasta los 1.200 euros… a lo largo de la legislatura… que terminará a finales de 2023, o sea, en 2024.
En el entretanto, desde Moncloa, Iván Redondo, a quien sí le gusta Calviño -es la imagen que él pretende del PSOE-, pide que Carmen Calvo, Magdalena Valerio, o incluso María Jesús Montero, se usen sólo para uso interno: con sindicatos, negociaciones con la izquierda, si fueran necesarias, mítines feministas o adolescentes histerizados por la ‘emergencia climática’. Para lo ‘serio’ -Bruselas, mercados, y organismos multilaterales, etc-… Calviño y nuestro “guapo a secas”, el presidente.