Sólo hay algo peor que pedir mal a Dios: no pedirle. Un dicho que se complementa, en este día de Navidad, con aquel otro que reza: si quieres hacer reir a Dios, cuéntale tus planes.
Con la pandemia de las narices nos hemos olvidado de que nuestra vida no está en manos del virus ni tan siquiera de Salvador Illa y Fernando Simón (afortunadamente). La vida está en manos de Dios y la mejor vacuna contra el Covid es la Eucaristía: que no nos la arrebaten.
La vida está en manos de Dios y la mejor vacuna contra el Covid es la Eucaristía: que no nos la arrebaten
Poco sabemos de este virus y nada sabemos sobre cómo nos afectará. Las prevenciones sólo aumentan el miedo y mientras que el contagio es una posibilidad, la profusión de normas liberticidas para evitarlo son reales… además de plausibles, desagradables y agobiantes. Entonces, ¿no sería más lógico, de entrada, tomarse el asunto con más calma?
Al parecer existen una cuantos cientos de millones de seres humanos a los que les gusta roerse el hígado y que confunden la responsabilidad con melancolía. A todo ellos podría decirles que el secreto de la vida es la confianza en Cristo, por lo que todo ello conlleva un pizca, al menos un adarme, de humildad. Esa confianza en la Providencia se concreta, en la vida diaria, en el programa de vida propuesto por el Papa Francisco, consistente en tres palabras o expresiones: por favor, perdón y gracias. Que son tres muestras de humildad.