Nestlé pagará una burrada de millones a Starbucks (7.150 millones de dólares; en euros, unos 6.000 millones), a cambio de poder vender sus cafés a perpetuidad fuera de los locales de la cadena americana. O sea, comercializarlos en todos los supermercados del mundo, como ya hace con cualquiera de sus marcas (Nescafé o Nespresso, por ejemplo).
No obstante, más allá del pacto meramente comercial, que depende del visto bueno de los reguladores, el acuerdo tiene otros ángulos, más bien oscuros.
Por un lado, afecta al mercado de materias primas, en el que ya influyen los dos gigantes. Starbucks lo hace en África, por ejemplo, marcando los precios (a la baja) por tratarse de un gran comprador.
Los dos gigantes ya tienen un acuerdo para reclutar agricultores en países africanos como Kenia, Etiopía, Sudán del Sur o Burundi
La experiencia del grupo suizo es similar en otro campos, como el cacao y el aceite de palma, que le ha supuesto no pocos disgustos por prácticas sospechosas (con daño reputacional incluido) tanto por el modo de comprar la materia prima como por los medios para lograrlo. Sobre la multinacional suiza se acumulan, en fin, denuncias varias por fomentar la esclavitud infantil en África o en Indonesia.
Dicho sea también: sin dejar África, los dos colosos ya tienen acuerdo para reclutar agricultores y formarles para asegurarse una producción mejor de café en países como Kenia, Etiopía, Sudán del Sur, Burundi, Ruanda o Uganda. El mismo café que venden, a los precios que lo venden, en Europa o EEUU.
Es el segundo aspecto a tener en cuenta en el acuerdo: la tentación de oligopolio, algo que no brilla en los comunicados, pero que está en el modo de proceder de los dos.
El comunicado de Nestlé abunda en la “buena plataforma para crecer en América del Norte” y ampliar su “posición de liderazgo en los negocios de café premium”. El de Starbucks, mientras, en las “fortalezas” que aporta para “acelerar y aumentar el alcance global” de sus marcas.