Se titula Sucesor designado, o sucesor superviviente, tradúzcanlo como quieran. Hablo de una de las series de éxito de Netflix, la gran plataforma que va a terminar con la televisión en abierto. Pero ese no es el problema: el problema consiste en que las teleseries se han convertido en el teatro de nuestro tiempo, es decir, en el instrumento cultural más influyentes. Ya hay millones de personas que piensan según los mensajes que les lanzan estas series y, en concreto, la que más potencial tiene para pagar guionista de éxito. Por ejemplo, Netflix.
¿Por qué las plataformas triunfan y la TV tradicional se hunde? Por el hiper-endeudamiento
¿Y por qué la neonata Netflix aplasta a, por ejemplo, las cadenas europeas? ¿Por qué las teleseries son casi siempre norteamericanas? Pues por la sencilla razón de que en Estados Unidos se impone la hiperdeuda, el apalancamiento máximo. Netflix es una empresa que crece a velocidad de crucero aunque nació y creció con una cuenta de resultados ruinosa, porque, en Estados Unidos, el sistema financiero y los mercados bursátiles permiten a las empresas apalancarse lo que no se les permite a las compañías europeas. Ejemplo, a José María Álvarez Pallete, presidente de telefónica, le fríen los analistas porque su cociente de apalancamiento supra el 4, cuando a Netflix se le permite un 60 y nadie dice ni mú.
Las teleseries, el nuevo teatro, han sustituido al fútbol
¿Y qué ideología emana Netflix? Pues Nuevo Orden Mundial (NOM) en estado puro. Por ejemplo, Sucesor designado es una historia de progresismo light, donde el bueno es un demócrata progresista, llegado del pueblo, que lucha contra el fascismo. Y eso, justo cuando renace el comunismo en el mundo. Un fascismo, además, tan melodramático que resulta más hortera que homicida.
El resultado final en el fútbol es menos previsible que en las teleseries progres
Esto es lo que nos vende la nueva televisión de las plataformas: las teleseries que constituyen el actual alimento espiritual de las masas, tras desterrar al fútbol. Ya no soy tan aficionado como antes, pero, la verdad, casi me quedo con el fútbol: nivel intelectual similar y en el deporte rey, el resultado final es menos predecible y el contenido más cambiante.
Pero el eje común de todas las series Netflix que ha metido entre pecho y espalda puede resumirse así: sus personaje, los estereotipos literarios, que diríamos, no son ni buenos ni malos. Para ser exactos, todos son malos, todo están más allá del bien y del mal. O más acá. O todos son buenos, que significa lo mismo. sólo que para incautos. Ahora bien, si no hay diferencia entre el bien y el mal, entonces tampoco hay drama. Como ocurre en la lidia con el toro manso, la única emoción que se vive es la emoción de la tragedia. Y eso sólo divierte a los masocas.
Insisto: Netflix es Nuevo Orden Mundial (NOM), en estado puro.