El nihilismo constituye el fruto más granado de la desesperación. Supone no creer en nada ni esperar nada, no tener un modelo de vida porque nada merece la pena. También puede consistir en acoger ídolos huecos como el progresismo (como si el progreso no sucediera a ritmo de sesenta segundos por minuto y sesenta minutos por hora, hagas lo que hagas), o la ideología de género, donde no se ofrece un ideal sino un enemigo: el varón.
Pero nada de eso es preocupante. al menos, en esos puntos hay una razón, un motivo, por muy majadero que resulte.
Chile, Hong Kong, Irak, República Centroafricana… aumentan los desórdenes en el mundo pero sin un hilo conductor. A veces, no está claro ni el motivo original. La única constante del siglo XXI es la concentración de cada cual en sí mismo… lo que no deja de ser la marca del infierno
Pero otra veces, ni eso: la humanidad ha alcanzado el nivel de desesperación colectiva. Lo de menos es el motivo: por la república catalana, el cambio climático o la liberación de la mujer oprimidísima. Insisto: lo de menos es la razón, lo importante es que no hay razón alguna para protestar o al menos no está claro por qué se protesta… pero se protesta, se alimenta la rabia, que se expande en odio y violencia.
La única constante en sitios tan diversos del mundo (Chile, Hong Kong, Irak, República Centroafricana) es la reivindicación de derechos sin contraste con deber alguno. También en la concentración del hombre -o del colectivo- en sí mismo, en los de mi condición, y no en los demás. Y no olvidemos que esa insomne concentración en uno mismo constituye la marca del infierno.
La solución es la de siempre para una creatura: volver al Creador
Es la revolución de la nada: masas que salen a la calle para bramar, a veces contra no se sabe qué.
Es lo que siempre se llamó nihilismo que no deja de ser el último grado de desesperación
Chile, Hong Kong, Irak, República Centroafricana… aumentan los desórdenes en el mundo pero sin un hilo conductor. A veces, no está claro ni tan siquiera el motivo original. A lo mejor, tampoco importa.
A fin de cuentas, Dios está siempre pendiente de la palabra del hombre
En esta atmósfera, el diálogo que tanto se implora sirve para poco. Porque el problema no es la relación entre los hombres sino el interior de cada hombre.
La solución a esta desesperanza es la de siempre para una creatura: volver al Creador. Sobre todo porque Dios vive pendiente de la palabra del hombre.