¡Pero qué caradura tienen nuestros actuales gobernantes! Pedro Sánchez aludió el miércoles, con desprecio incluido hacia la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, que cumplirá las exigencias de Gabriel Rufián: obligar a subir los impuestos.
Y ahí entra en solfa la exquisita sinceridad de dos vicepresidentes: Carmen Calvo y Pablo Iglesias. La primera aseguró -mañana del jueves- que en nombre de la igualdad hay que doblarle el pulso a Madrid. Eso sí, igualdad al alza impositiva.
Pablo Iglesias, un punto más cínico, aseguraba, a la misma hora, en el Congreso, que obligar a los madrileños a pagar más impuestos es una cuestión de justicia social.
No se sabe por qué pero los progres siempre entienden la igualdad de una de estas dos maneras: si se trata de impuestos igualan por arriba, si se trata de discrepancias, entienden 'que tú hagas lo que yo diga’ y sólo eso.
O sea, justicia social.
Si se trata de impuestos, el progre entiende por igualdad… igualar al alza; si se trata de discrepancias, entiende que tú hagas lo que yo diga y sólo eso
Al fondo, un Pedro Sánchez al que nada le importa salvo permanecer en Moncloa. Cederá lo que haga falta. No es de extrañar que Ciudadanos, por vergüenza torera, se haya visto obligado a anunciar su voto negativo a los Presupuestos.
Es decir, que los de Mordor, los de la moción de censura (socialistas, comunistas y separatistas), vuelven a ganar. Puro frentepopulismo, como el de 1936, el mismo que dio origen a la guerra civil de 1936-39.
Y el ‘No pasarán’ republicano se convierte hoy en la resistencia de Madrid, personificado en un personaje como Díaz Ayuso por la que, sinceramente, hace un año no habría dado dos duros. Madrid se convierte en barricada contra la locura, un viento de demencia que recorre España con una característica común a partidos y movimientos bien distintos. Un ansia de poder parejo al ansia de destrucción. De destrucción del adversario, se entiende, entendiendo por destrucción todo aquel, no que no piense como yo, que eso poco importa, sino que se atreva a expresarlo en voz alta.
Madrid: barricada contra la locura.