Como todas las malas decisiones se nos anuncia como un proceso en estudio. Pero, miren por dónde, las cifra coinciden y no hay negativa oficial: el cardenal arzobispo de Barcelona y presidente de la conferencia Episcopal Española, Juan José Omella, el mismo que se apresuró a cerrar templos con la pandemia, por razones sanitarias, esto es, cuando más se necesitaba la Eucaristía, se dispone a clausurar 160 de las 210 parroquias existentes en la capital catalana.
Ley ineludible del catolicismo actual: a menos sacramentos, menos fieles. Compatible con esta otra: a menor exigencia menos vocaciones… y menos curas
Pues recuerden: el comienzo del fin no vendrá cuando los políticos cierren iglesias, vendrá cuando los propios curas, mejor la propia jerarquía, cierre los templos con el muy pío propósito de evitar profanaciones. O sea, por motivos cristianos.
Por otra parte, constituye una ley ineludible del catolicismo actual: a menos sacramentos, menos fieles. Compatible con esta otra: a menor exigencia menos vocaciones… y menos curas. Como le decía una fiel a un párroco madrileño: es que los curas lo habéis puesto tan fácil que no merece la pena.
Se nos dice que la razón es el independentismo del clero catalán. ¿Y qué?
Otra ‘coincidencia’: se nos dice que la razón es el independentismo del clero catalán. ¿Y qué? Cierto que la unidad de España se ha convertido en una razón moral, dado que la razón de esa unidad es la fe cristiana, pero, precisamente por ello, se trataba de ‘reformar’ a ese clero -y a esos laicos- catalán que ha convertido su ideología política separatista en un sustituto de Cristo… no en reducir el número de templos y lo que ello comporta, el número de eucaristías y la intensidad de la vida sacramental.
Sí, es el principio del fin, Pero no se turben: al final siempre es Cristo el que vence: de derrota en derrota hasta la victoria final.