Ni la educación pública ha producido un público educado ni la sanidad pública ha forjado una comunidad sana.
Pero con estos bueyes hay que arar así que tratemos de mitigar el fracaso… aunque no es necesario convertirlo en éxito. Y sobre todo, no seamos tan tontos como para aceptar el plan de la Organización Mundial de la Salud (OMS), consistente en crear un gobierno mundial de notables, gente preparada que nos diga cómo debemos vivir… en lugar de decidirlo por nosotros mismos, que eso es muy antiguo.
Metedles miedo, provocadles dolor, y harán lo que les ordenéis
Es curioso que durante esa pandemia las estrellas hayan pasado a ser los epidemiólogos, estadísticos de la medicina, históricamente despreciados por los médicos sanadores, y no quien debería serlo, los virólogos, cuya experiencia consiste, no en que los virus no se propaguen, sino en matar al bicho, no en detener al enemigo sino en aniquilarlo.
Porque al Covid-19 no creo que vayamos a matarlo con estadísticos, ni creo que vayamos a aniquilarlo con confinamientos. Sin embargo, a los periodistas, siempre políticamente correctos, nos tienen embobados.
La idea fuerza de los gobiernos occidentales: El que discrepe está matando vidas, es un asesino
El hecho es que el lunes 27 el inefable director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus volvió a meter miedo al mundo: otra vez sacó a colación el fantasma de la segunda oleada, la segunda marea del coronavirus, mientras repetía que “esto no ha hecho más que empezar”. Pues vaya…
En resumen, que la OMS y Moncloa meten más miedo: nos imponen que sigamos encerrados y sumisos… dado que no han avanzado nada en la destrucción del enemigo invisible. O sea que a mantener el arresto domiciliario, es decir arresto vital, durante más tiempo.
El estado general de la sociedad está marcado por la desesperación y la melancolía. Los gobiernos, por la mentira
Tedros Adhanom se ha convertido en el principal agente del Nuevo Orden Mundial (OMS) para conseguir el peligroso gobierno mundial… totalitario, naturalmente.
Y así, la idea fuerza de los gobiernos occidentales es esta: el que discrepe está matando vidas, es un asesino.
El ministro Grande-Marlaska, uno de nuestros peores ciudadanos, se permitió el lunes abroncar a los padres por haber paseado demasiado a sus hijos sin cumplir sus ordenes sumarísimas… e incluso haber salido juntos ¡Qué horror!- tras 40 días encerrados… mientras todos los histéricos españoles actúan de delatores y denunciadores de unas familias injustamente sometidas a arresto domiciliario por el Gobierno socio-podemita.
La histeria colectiva es la materia prima imprescindible para el liberticidio global
En paralelo, epidemiólogos, estilo Fernando Simón -simples estadísticos- se han impuesto a los virólogos -los que curan-. Y así, seguimos, no sin vacuna, que entra de dentro de lo previsto, sino sin tratamientos. Los médicos van dando palos de ciego mientras China, conocedora del origen de la pandemia se niega a informar a Occidente y se aprovecha de la situación. Y, naturalmente, los peones del NOM, por ejemplo Pedro Sánchez y su Gobierno, no dejan de alabar a los chinos.
Y recuerden: las tiranías del siglo XXI se ejecutarán en nombre de nuestra salud y de nuestra seguridad. Lo hacen por nuestro bien.
¿El remedio? Volver a confiar en Cristo, la clave para recobrar la esperanza perdida
Lo peor: el estado general de la sociedad está marcado por la desesperación y la melancolía; los gobiernos, por la mentira. Y lo más grave de todo: cunde la histeria colectiva, materia prima imprescindible para el liberticidio global. Porque no hay nada más sumiso que el miedo, que convierte a los naciones en plastilina para los tiranos: metedles miedo, causadles dolor, y harán lo que les ordenéis.
¿El remedio? Volver, y confiar, a Cristo, naturalmente. ¿O es que se puede tener esperanza sin fe? ¿Esperanza y fe en quién? ¿En Pedro Sánchez? ¿En Grande-Marlaska?