El personaje resulta casi entrañable. Pablo Iglesias nos sorprendía a todos el pasado lunes asegurando que renunciaba a la Vicepresidencia segunda para arriesgarse a capitanear la opción de izquierdas en Madrid. ¿Y un tal Ángel Gabilondo? ¿Quién es Ángel Gabilondo?

Luego nos percatamos de que hacía tal cosa porque las encuestas auguraban la desaparición de Podemos en Madrid. Pero al plato todavía le faltaba un hervor. Iglesias habló de sacrificarse para conseguir una alternativa de izquierdas en Madrid, una alternativa vencedora, inefable… “liderada por mí”, con primarias, of course… que seguramente decidirán que el elegido soy yo.

Naturalmente, Íñigo Errejón, segregado de Podemos y expulsado del poder por Iglesias, le ha dado calabazas: le ha dicho que si él tiene más votos que Iglesias en Madrid por qué razón debe cederle la primacía si él tiene más votos que Podemos en Madrid.

Este es el espíritu del neocomunismo es tan estoico como el viejo leninismo: me sacrifico con tal de mandar

Pero no deja de resultar entrañable.

No importa cómo acabe la cuestión. Lo que importa es que aquí tenemos reflejado cómo funciona un buen neocomunista: me sacrifico por la causa con tal de mandar yo.

Y aquí conviene destapar uno de los grandes tópicos del momento: los políticos buscan el poder para obtener dinero. Es el esquema del político corrupto pero no me parece el más preocupante. Quien es digno de temer es aquel político que busca el dinero para obtener poder… o muerde por obtener ese poder con poco dinero. El primero no avanza hacia el totalitarismo, el segundo es directamente totalitario y capaz de cercenar libertades individuales.

“Liderado por mí”. Bueno, por quien decidan los militantes en primarias

A Pablo Iglesias le motiva el dinero como a cualquier otro y el chalé de Galapagar es una buena prueba de ello pero aquello por lo que realmente siente obsesión es por el poder. Le enloquece.

¿Y qué es poder? La capacidad de infligir dolor, por lo general movido por el rencor, sea rencor de cuna o rencor de vida.

El político corrupto no es preocupante. Lo que causa alarma en un político es el resentimiento. Para temblar.