Todavía no ha sido investido presidente, pero es solo cuestión de días, los que va tener Pedro Sánchez para conformar su nuevo gobierno, progresista, naturalmente. De momento hay pocas quinielas y los ministros y ministras -ellas son mayoría: diez de dieciséis- miden mucho sus intervenciones públicas, no vaya a ser que metamos la pata y demos argumentos a otros que aspiran al puesto, también del PSOE, como es lógico.
El presidente Sánchez -ese gran estadista- se lo toma con calma, lo que no implica que no tenga alguna que otra preferencia de cara a la nueva legislatura. Y una de ellas es prescindir de la ministra de Justicia en funciones, Dolores Delgado, al parecer muy bien relacionada con un tal Villarejo y con Baltasar Garzón, ejemplo de carrera judicial bien aprovechada. El razonamiento de Sánchez es sencillo: si echo a Lola quedaré libre del chantaje de Villarejo. Veremos.
Mientras tanto, el dúo de moda formado por Iván Redondo y José Luis Ábalos, ya tiene confeccionada su lista negra de ministras. Sí, son todo mujeres, pero no están ahí por serlo, que el dúo R-A es feminista de pro. Están ahí porque se lo han ganado a pulso, y punto. A saber: Carmen Calvo, Margarita Robles y la mencionada Dolores Delgado.
Sí, son todo mujeres, pero no están ahí por serlo, que el dúo R-A es feminista de pro. Están ahí porque se lo han ganado a pulso, y punto
La presencia de la vice y ministra de la Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad en funciones, no gusta al tándem Redondo-Ábalos. De hecho, Sánchez pensó en ella para ser presidenta del Congreso -una manera elegante de decir “no cuento contigo”-, pero la cosa no prosperó. Lo cierto es que Calvo tiene más detractores de los que parece. ¿Se han fijado, por ejemplo, en lo que sucede cuando Calvo ‘dirige’ las ruedas de prensa posteriores al Consejo de Ministros? Pue que la ministra portavoz, Isabel Celaá, no se sienta con ella en la mesa, sino que se queda en las butacas, junto a los colaboradores. Justo lo contrario de lo que hacía Méndez de Vigo con Soraya Sáenz de Santamaría.
Calvo, Delgado… y Robles. La ministra de Defensa en funciones también tiene bola negra, entre otras razones porque no aceptó ser presidenta del Congreso. Ella quiere mandar de verdad. De hecho, quería unir Interior y Justicia, con ella al frente, naturalmente, y con plenos poderes sobre el CNI. Nada de eso se ha cumplido y ahora está en la cuerda floja.
Además de la lista negra, Iván Redondo ha dado otra orden: no cesar a los ‘ministros-icono’, todos ellos en funciones. Por ejemplo, al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, necesario para contentar al universo LGTBI, a la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, icono de la lucha contra el cambio climático, o a la ministra de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, Magdalena Valerio, que se ha hecho imprescindible para el diálogo con los sindicatos y para mantener la leyenda de fulminar la reforma laboral del PP (lo mejor que hizo Mariano Rajoy).