- ¿Hay una 'guerra' también contra Rusia e Irán, capitaneada por Arabia Saudí y Estados Unidos?
- A Putin le disgusta que la cotización del gas (el 20% de la producción es rusa) vaya en paralelo a la del crudo, cuando son distintos.
- Ya se ha acercado a China, pero busca más alianzas para plantar cara a la política de la OPEP.
- La caída de precios beneficia sobre todo a los saudíes, que quieren provocar el colapso de Irán y seguir siendo 'número uno'.
- A EEUU también le viene bien: aumenta el impacto de las sanciones a Rusia y resta fuerza al sueño nuclear de Irán.
- Pero también le perjudica: un petróleo a 45 dólares afecta al fracking (no es rentable) y a la producción en Estados clave como Texas o Dakota del Norte.
- El precio del crudo, que ha desplomados desde los 130 dólares en seis meses, puede caer todavía más, hasta a los 40.
El inesperado descenso de los precios del barril de petróleo en los últimos meses alegra el bolsillo de los ciudadanos occidentales, pero no sucede lo mismo en otros países como Rusia, duramente castigado por la dependencia de su economía del sector energético. El primer ministro, Dimitri Medvedev, reconocía abiertamente a finales de diciembre que su país podía entrar en recesión, al constatar que el rublo, en la misma medida que el petróleo, había perdido casi el 50% en el último año. Otras voces, más críticas, como el ex ministro de Finanzas Alexei Kudrin, aseguran que Rusia está entrando en una "crisis económica en toda regla" y que no lo detendrá aunque los precios del barril vuelven a los 80 dólares. En esa barrera de precios del barril, los 80 dólares, está precisamente la pregunta para responder a qué ha pasado en el mercado del crudo este año, además de la volatilidad propia de los mercados. El barril ha pasado en unos meses de 130 a 45 dólares (una caída superior al 60%) y puede llegar a bajar hasta los 40 en los próximos días. ¿Hay una 'conspiración' de Arabia Saudí y de EEUU?
Putin (en la imagen), mientras tanto, tiene sus planes y busca alternativas. No le preocupa tanto el derrumbe del precio del petróleo, que sí, como el del gas, del que depende en gran medida la economía rusa. Son hidrocarburos distintos, pero cotizan, suben y bajan en la misma proporción. Y cualquier análisis quedaría incompleto si no tenemos en cuenta que más del 20% del gas que se produce en el mundo está en Rusia. Ese porcentaje se eleva al 40% si sumamos otros países de la zona como Irán (duramente castigado, como Rusia) o Kuwait. La salida rusa es doble. Por un lado, ha reforzado los lazos con China para depender menos de los mercados europeos. En noviembre firmó 16 acuerdos con el gigante asiático, entre ellos un gasoducto para trasportar gas natural a China. El régimen comunista es consciente también de que podría participar en el enorme pastel de petróleo y gas no descubiertos todavía pero que hay en la zona ártica rusa.
Paralelamente, Putin intensifica también sus contactos para buscar alternativas a la OPEP. En ese contexto hay que en enmarcar, por ejemplo, su encuentro de esta semana con el presidente de la Venezuela, Nicolás Maduro, aliado también de Irán. El derrumbe de los precios del petróleo, sin embargo, tiene otras muchas aristas, aparte de su efecto directo en la crisis económica rusa y de otros países productores. Con ello entramos en las posibles causas de ese desplome.
Para una corriente de opinión muy amplia entre los analistas internacionales, deliberadamente o no, Estados Unidos y Arabia Saudí están llevando a Rusia y a Irán al colapso económico. En esa interpretación se entrecruzan las posibles caídas de los precios: es llamativo que la OPEP haya mantenido los niveles de producción constantes como si nada pasara, a pesar del desplome de los precios, y que EEUU haya aumentado la suya y esos dos factores se han unido a su vez a una realidad incuestionable: la desaceleración económica en igual plazo de Europa y China, lo que implica menor demanda.
En otras palabras, el petróleo baja, sí, pero esa bajada beneficiaría, aparte de a los países energéticamente dependientes como España, sobre todo a EEUU, que quiere que sus sanciones a Rusia por la cuestión de Ucrania tengan un mayor impacto que el meramente comercial, y a Arabia Saudí, enemigo declarado de Irán y enesmistado con Rusia. Para el régimen de los ayatolas, un barril por debajo de los 100 dólares provoca un abultado déficit fiscal y debilita, además, sus negociaciones nucleares con EEUU. Irán había conseguido un resurgimiento económico que se está yendo al traste. Y en el caso de Rusia pasa lo mismo: la dependencia de su economía de los recursos energéticos del gas y el petróleo les podrían devolver a la crisis de 2008-2009, salvo que los países del Golfo se decidan a reducir la producción para estabilizar los precios en los 80-90 dólares. Nada lo indica de momento.
Junto a esta interpretación, no son pocos los que piensan también en un doble juego de Arabia Saudí, que por nada del mundo quiere dejar de ser la principal nación petrolera. En lo dicho hasta ahora, los saudíes estarían siguiendo los pasos de EEUU. Pero vigilan de reojo, al mismo tiempo, el aumento de producción estadounidense, que podría llegar a cuestionar su liderazgo mundial. ¿Solución saudí?: que sigan bajando los precios sin perder cuota de mercado. Ese es, creen, el mejor modo de mantener el silbato del árbitro y de detener las ambiciones americanas.
La razón es relativamente sencilla: Estados Unidos ha podido aumentar hasta un 70% su producción en los últimos seis años gracias a la fractura hidráulica o fracking (son datos del Banco Mundial). Esa técnica, que permite elevar sustancialmente los recursos, exige, sin embargo, grandes inversiones y si el petróleo no se vende a un determinado precio (alto), el sistema deja de ser rentable. Con el nivel de precios actuales, por tanto, el fracking deja de ser interesante, algo que amenaza indirectamente a su vez los planes americanos para ser autosuficiente energéticamente y no depender del exterior. La caída de los precios afecta, además, no sólo al fracking; también afecta a la rentabilidad de la producción en Estados clave como Texas o Dakota del Norte.
El declive de los precios de petróleo marca con evidencia a unos perdedores (Rusia, Irán o Venezuela o Brasil), un ganador a medias (Estados Unidos) y un triunfador, Arabia Saudí, que tiene petróleo para aburrir y que puede aguantar cotas altas de producción a precios bajos, del mismo modo que ha aumentado o reducido su producción en otros por momentos razones estrictamente geopolíticas (con escenarios en Irak, Irán, Siria o Sudán, dependiendo de las circunstancias). Arabia Saudí nada en la abundancia y mueve sus hilos, no sólo en Oriente Medio, sino en todo el mundo. Pero de momento es un socio 'inevitable' de Estados Unidos.
Rafael Esparza
rafael@hispanidad.com