La epidemia del coronavirus me ha obligado a tratar más de lo que suelo hacer habitualmente a Caritas, así como a conocer algo más de sus actividades. Y me temo que debo ratificarme en lo que me temía, escuchaba y leía. Intentaré explicarme.
Pregunta: ¿qué es lo que distingue a un mal cura de un laico mucho más santo que él? Que el primero puede confesar y consagrar.
Dicho de otra manera: La caridad ‘social’ es para los laicos y para los diáconos. Lo de los sacerdotes es impartir los sacramentos. Y hoy debería faltarles tiempo para ninguna otra cosa.
Ayudar al mal cristiano o al no cristiano, pero no aplaudirle. En resumen, el lema de Cáritas debería ser: odiar al pecado y amar al pecador
He conocido durante estos casi tres meses de falta de libertad a un cura obligado a volcarse en Cáritas, obligado a colaborar con el Ayuntamiento de Madrid pero, ojo, que tiene claro que lo principal es la Eucaristía. Bramaba: la Iglesia no es una ONG. Tiene razón.
En cualquier caso, el problema de Caritas, de Caritas Internacional y de Manos Unidas está dentro y, sobre todo, arriba. Mi experiencia personal es que los voluntarios de barrio son gente con la ideas más o meno claras, por lo general, magnífica, pero en las alturas hay brotes de sincretismo, de enorme carga vírica. El sincretismo no es nuestro amigo y la única pega es que estos cabritos -de acuerdo, no todos- son los que mandan. Mandan, atención, hasta el punto de decidir qué parroquias se construyen y a que sacerdotes se les conceden. En serio.
Al igual que sucede con clérigos y obispos, habrá que repetir aquello de “¡qué buen vasallo sería, si tuviese buen Señor!”.
Por otra parte, todo este contubernio de la Iglesia oenegera procede de un error que, en mi modesta opinión, es más de fondo: me refiero aquello de que “Nos est abbreviata manus Domine” (No se ha hecho más corta la mano de Dios). Hoy día festividad de la Ascensión conviene recordar aquello de “Yo estaré con vosotros siempre, hasta la consumación del mundo”.
También digo esto porque para muchos católicos, me temo que para parte de la “jerarquía católica” el éxito de la Evangelización tiene poco que ver con la conversión y mucho con la mejora del nivel de vida de los hombres, sin caer en la cuenta de que ese nivel de vida -sí, también la economía- depende de la evangelización y, más en concreto, de la Eucaristía, que “no sólo de pan vive el hombre”. Si la Eucaristía va bien, aquello también. Si la fe va bien también la política, la economía y las relaciones internacionales van bien. Entre otras cosas porque, si así no fuera, Dios no sería Dios o sería un Cristo capi-disminuido cuyo poder ha ido menguando con el paso de los siglos y el progreso humano. Un Dios que deja de ser necesario cuando todos somos pudientes, lo cual, es una grandísima estupidez porque no repara en que el rico necesita mucha más oración y más ayudas que el pobre pues está más cerca de la condonación.
Concluyendo: el problema de Cáritas: amar a Dios y al prójimo… mismamente por ese orden. Además, si Cáritas es una ONG mejor la cerramos y dejamos al Estado que haga caridad: lo hará peor, pero con más medios.
Ejemplo: hay que ayudar a una madre soltera con tres hijos pero no enaltecerla. Hay que ayudar a una musulmana pero no permitirle que eduque a nuestros hijos
Y ojo: Caritas debe ayudar al mal cristiano o al no cristiano, pero no aplaudirle. En resumen, el lema de Cáritas debería ser: odiar al pecado y amar al pecador. Viejo lema pero interesante.
Más ejemplos, es este caso, dos casos reales: hay que ayudar a una madre soltera con tres hijos pero no enaltecerla. No es un modelo, aunque deba ser ayudado por una organización cristiana. O hay que ayudar a una musulmana, sí, pero no permitirle que eduque a nuestros hijos. A nuestros hijos hay que educarles cristianamente.
La caridad 'social' es para laicos y para diáconos. Lo de los sacerdotes es impartir los sacramentos. Y hoy debería faltarles tiempo para ninguna otra cosa
Y recuerden: la caridad ‘social’ es tarea de laicos y diáconos. Lo de los sacerdotes es impartir los sacramentos. Y hoy debería faltarles tiempo para ninguna otra cosa.