La Fundación Verdadera Devoción al Corazón de Jesús (VDCJ.org) ha emitido un más que interesante vademécum para vivir -no sólo sobrevivir- en tiempos de pandemia: aquí lo tienen.
Merece la pena echarle un vistazo porque la nada avanza, a lomos de coronavirus. Vivimos un suicidio silente de muchos de los miembros más conspicuos de nuestra sociedad, que se enfrentan al coronavirus como el animalillos hipnotizados por la serpiente que se dispone a devorarles.
Todo obispo o sacerdote que, en estos tiempos de pandemia, no asuma riesgos, impartiendo, mucho más, los sacramentos de la penitencia y eucaristía a sus fieles... tendrá que responder por ello
Y créanme no tendría por qué ocurrir así. Pues recuerden: cada uno de ustedes es libre, dueño de su destino. Más que nada porque el destino no existe, la providencia sí… y la libertad del hombre también.
La historia, como asegura mi amigo, el historiador Javier Paredes, es la historia de la libertad. Nada está escrito y el coronavirus, así, entre nosotros, y como dijera ese personaje inclasificable pero que empieza a resultar trascendental, el tal Donald Trump… tampoco es para tanto.
En cualquier caso, créanme: podemos detener a la nada. Y además, no resulta tan difícil.
Dicho esto, y por si les viniera bien, les ofrezco un resumen periodístico –por tanto, seguramente falso- de lo que ofrece el precitado vademécum de la Fundación Verdadero Devoción al Corazón de Jesús (VDCJ) para tiempos de suicidio colectivo. El programa de vida para esta etapa fin de ciclo, con Covid incluido, es el siguiente: comunión, adoración, ayuno… y optimismo
Y añadan esto: todo obispo o sacerdote que, en estos tiempos de pandemia, no asuma riesgos, impartiendo, aún más, los sacramentos de la penitencia y eucaristía a sus fieles… tendrá que responder por ello. El vademécum resulta muy severo sobre algunos jerarcas eclesiásticos.
Y sí: la mejor vacuna contra el coronavirus sigue siendo la confianza en Dios y la eucaristía... o es que no nos hemos dado cuenta de que Dios está a nuestro lado
Y sí: la mejor vacuna contra el coronavirus sigue siendo la confianza en Dios y la eucaristía... o es que no nos hemos dado cuenta de que Dios está a nuestro lado.
Y, sobre todo, alegría, incluso optimismo, que de suyo es algo bastante tonto, pero que bien fundamentado resulta fundamental para navegar por un mundo –observen los rostros de los que se cruzan por la calle- que parecen espectros. Hasta el triunfador de Roland Garros, Rafael Nadal, percibe menos alegría.
Recuerden: un cristianismo triste es contradicción en tiempos de coronavirus y en cualquier otro tiempo.
Todos esos mandamientos pueden resumirse en el precitado: la verdadera vacuna contra el coronavirus es la eucaristía.
Por lo demás, ya lo dijo Donald: esto no es para tanto. Por lo demás, ya lo dice Cristo: confiemos más en el.