Europa es una máquina burocrática implacable… y carísima. La Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés), es una clara muestra de ello. Pero tranquilos, porque los chicos de José Manuel Campa son buenos y han revisado los requisitos de información supervisora que exigen a las entidades con el objetivo de abaratarles la factura. Se agradece el gesto, en un contexto de crisis económica, aunque lo que necesitan los bancos es que el BCE suba los tipos de interés, aunque sea al 1%.
Vamos con la EBA. La agencia, dependiente de la UE y con sede en París, ha identificado “numerosas recomendaciones (concretamente, 25) que, en conjunto, conducen a una posible reducción de los costes de información de los bancos de hasta un 15-24%”, afirma este lunes en un comunicado. “Estas recomendaciones podría mejorar aún más la proporcionalidad que ya existe en los informes de supervisión, generando ahorros para las instituciones pequeñas y no complejas de hasta 188-288 millones de euros”, asegura.
Esto es muy bello e instructivo porque demuestra que la burocracia llama a la burocracia y que, si no se le pone coto, cada vez consume más dinero público, esto es, de los contribuyentes. En este caso concreto, cumplir los requisitos de información de la EBA le cuesta a cada banco unos 1.200 millones de euros cada año. Casi nada. Y eso es únicamente la EBA, porque luego está la Junta Única de Resolución (JUR), el Consejo de supervisión del BCE… Efectivamente, el sistema de supervisión bancaria europea nos sale carísimo a cada contribuyente. ¿Y si nos lo cargamos?