Pues haber sido vicepresidenta del Gobierno con Zapatero. Pero ministros y vicepresidentes son nombrado a dedo, en este caso por ZP, que tampoco tenía un gran currículo, que digamos. Porque el Consejo de Estado es uno de los instrumentos relevantes de la Administración, sólo para juristas de Primera División y eso, con todo respeto, no lo es de Teresa Fernández de la Vega.
En su acto de toma de posesión se refirió a su ideología más profunda: el feminismo. No es de extrañar, dado que el feminismo es quien le ha llevado al cargo. En efecto, si no fuera feminista Fernández de la Vega no hubiera sido ni vicepresidenta del Gobierno ni presidenta del Consejo de Estado.
Metalenguaje feminista: a la vanidad se le llama visibilidad y a la ambición se le llama empoderamiento
Habló doña Teresa de la igualdad de la mujer, que es, en efecto, su principal principio… y hasta su principal fin en la vida. Pero naturalmente el feminismo no busca la igualdad: lo que busca es el poder para la mujer. Y ahora se ha quitado la careta. Por eso, el discurso de la exvicepresidenta habló de otorgar más poder a la mujer. En eso consiste todo. Es el nuevo metalenguaje feminista: a la vanidad le llaman visibilidad y a la ambición empoderamiento. Podríamos añadir: y a la comodidad y obsesión, pero a la salud le llaman liberación… de la maternidad y del compromiso con la supervivencia del a raza humana.
Lo suyo fue un discurso feminista, es decir superficial, como lo sería un discurso machista. Es un discurso de media humanidad contra la otra media. Por último, es un discurso modesto: tras oírlo, nos hemos dado cuenta que Fernández de la Vega, como buena feminista, nos traslada la humilde idea de que ella no se merece ser presidenta del Consejo de Estado, sino presidenta del mundo mundial.
El objetivo final del feminismo es doble: no tener hijos y que ninguna mujer pueda ser criticada por nada, nunca jamás
Feminismo rima con cretinismo. Por algo será. Y con cretinismo presumido. Pero no lo digo por doña Teresa Fernández de la Vega, que conste.
Y miren por donde, mientras pronunciaba su discurso, allí estaba sentado, justo al lado: un tal Pedro Sánchez. Otorgan currículo.
La renovación del Consejo de Estado con el PSOE vuelve a poner relieve a una verdad con tintes de evidencia: que el objetivo final del feminismo es doble: no tener hijos y que ninguna mujer pueda ser criticada por nada. Claro que si se logra el primero, el segundo dejaría de tener razón de ser. En efecto, nadie, mujer u hombre, podría ser criticado por absolutamente nada. De hecho, no existiría.