Nueva chorrada cientifista, cómo no, a cargo de una de las neociencias de neomoda: la neurociencia. Ahora resulta que la felicidad se puede medir (ver el documento adjunto).
Ahora bien, el problema es que la 'materia inteligente' no existe. Inteligente es el espíritu, aquello que no se puede pesar, ni medir, ni contar, porque no tiene principio ni fin, porque no ocupa espacio. Ahora bien, la neurociencia se empeña en que el aparato neurológico y el cerebro constituyen el alma de la persona. Es la única forma de explicar la creación prescindiendo del creador: creando un espíritu material o una materia inteligente. Da igual que la materia esté en perpetuo cambio y que, por tanto, no tenga ni memoria ni inteligencia ni voluntad: se trata de expulsar a Dios del corazón y la cabeza humanos, y sustituirlo por una materia inteligente que se ha creado a sí misma. ¡Y átenme esa mosca por el rabo!
Y es que el ateísmo siempre cuenta con argumentos muy pobres. Por eso, de cuando en cuando, se reinventa. Ahora toca una nueva faceta del panteísmo monista: la neurociencia, que hasta puede medir la felicidad. ¿Lo material puede medir lo inmaterial? ¿No será el revés?
Pero los llamados neurocientíficos insisten en que el cerebro es el que piensa y su gran aspiración es la 'materia inteligente', la única forma de explicar la creación sin creador
Cualquier cosa menos aceptar la existencia de lo espiritual, porque una vez que aceptas esa innegable existencia, puedes caer en la tentación de pensar que alguien ha tenido que crear lo que existe. Por ejemplo, el poseedor de la existencia.
Por cierto, ministra Isabel Celaá, esta idea sobre que el único ser que posee la existencia, ser al que llamamos Dios, sí es de Aristóteles; no como la de dar a cada uno lo suyo -como definición de justicia, no griega, sino romana- que, para ser más exactos, es de don Domicio Ulpiano.
Y es que defender el ateísmo es muy duro. Hasta para los neurocientíficos.